Tras la pandemia en Iquitos, una de las noticias más impactantes fue la donación de más de dos millones de soles que recaudó el Vicariato Apostólico de Iquitos. Con este dinero, que provino principalmente de aportes nacionales, fue posible construir cuatro plantas de oxígeno: tres para el Hospital Regional de Loreto y una para la ciudad de Nauta.
Justamente, en el Hospital Regional de Loreto, trabaja desde hace un año el joven médico Santiago Valdéz, residente de segundo año de enfermedades infecciosas y tropicales. Si bien, en el peor momento de la pandemia Valdéz se encontraba de rotación en Lima, regresó en abril a Loreto para seguir trabajando en el hospital.
Uno de los problemas más resaltantes para él es la desidia del gobierno cuando pidió el traslado de una donación de mil mascarillas desde Lima a Loreto. “Se que hay dinero, el problema es la burocracia de la DIRESA, del gobierno regional, del Estado. El dinero está, pero las autoridades no pueden concretar las cosas”, acota.
“Encargué hace más de un mes a la DIRESA para que a través del Comando COVID un avión de la FAP o de la Marina pudieran traer esas donaciones. Siendo yo una persona cualquiera, pude concretar el traslado en dos días gracias al servicio de transporte o flete de LATAM Cargo”, explica.
En estos meses de pandemia, este joven de 30 años ha vivido experiencias muy fuertes como la pérdida de amigos y colegas en Iquitos. “La lógica diría que algún momento me he infectado por la exposición que he tenido. Sin embargo, las pruebas rápidas salieron negativas”, señala Valdéz.
Y agrega que “como residente de infectología sé también que está la inmunidad celular”, señala y agrega que ha tenido todos los cuidados para evitar el contagio: el uso de la mascarilla todo el tiempo, el lavado con cloro de toda su ropa e implementos, entre otros.
“Como el COVID tiene una alta tasa de contagio está agarrando a todos. Esos pacientes que nunca se cuidan, diabéticos que toman gaseosas, hipertensos que no toma su medicación, llegan mal al hospital y le echan la culpa al médico. Las recomendaciones están dadas. Cada uno es responsable de su cuerpo. La población debe tomar conciencia”, acota.
También recalca la falta de pruebas rápidas o moleculares para el personal de salud en Iquitos. “A todo el personal de salud le han tenido que hacer cada 10 días o periódicamente un hisopado nasofaríngeo o prueba molecular, pero no se ha dado. Las pruebas rápidas tampoco se han dado”, explica.
De otro lado, Valdéz explica que les habían ofrecido el pago por todas las horas extras que él y otros residentes vienen trabajando. Sin embargo, esto no se concreta aún. “Hemos expuesto la vida. Algunos de nosotros han muerto por el COVID”, acota.
Si bien hay una serie de carencias en Loreto y en otras partes de nuestro país a causa de la pandemia, quisiera recalcar el espíritu aguerrido de este joven médico que, pese a los riesgos, sigue trabajando y entregando su vida por los enfermos de esta ciudad. El, así como muchas personas, están dispuestas a ayudar al prójimo.
Este testimonio demuestra, como dice el padre Raymond Portelli, sacerdote que vive en Loreto hace 25 años y fue uno de los que organizó la gran colecta del Vicariato Apostólico de Iquitos, que “lo más importante es que somos una iglesia que se preocupa, que es solidaria con la sociedad, con los que están sufriendo y que logró un impacto”. Busquemos tener este tipo de impacto en nuestra sociedad.
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