Es innegable. Tanto hombres como mujeres son víctimas de violencia en sus relaciones de pareja. Ambos grupos merecen políticas y servicios acordes con sus necesidades (al igual que sus contrapartes agresoras para que dejen de hacerlo). No tenerlos es una desidia y falta de interés. Hoy en día, pues no existen servicios estatales especializados para hombres agredidos.
Aun cuando lo anterior es cierto, hay un tema de fondo. La naturaleza de la violencia ejercida por los hombres contra las mujeres es distinta de aquella ejercida por las mujeres contra los hombres. La primera es más frecuente, severa y de mayores consecuencias.
Primero, en el Perú la violencia de ellos hacia ellas es más frecuente. Solo en este punto hay datos para el Perú. Provienen del mismo Instituto Nacional de Estadística e Informática. Se trata de la Endes Varones del 2008, único año en que se hizo.
Los resultados de esta encuesta muestran dos hechos ineludibles. De un lado, 3 de cada 10 hombres (34%) reconocieron haber agredido físicamente a su pareja. Esto incluyó agresiones como golpes, bofetadas, jalones de pelo, entre otras formas de maltrato físico. Del otro lado, 15 de cada 100 hombres (15%) admitió que su pareja mujer lo agredió física o psicológicamente (lamentablemente, esta encuesta no permite diferenciar cuántos hombres fueron víctimas de violencia física o psicológica). Por supuesto, tanto hombres como mujeres pueden ocultar su condición de víctima en una encuesta. Estas estadísticas pueden estar subvaluadas, pero por lo menos otorgan una imagen aproximada de claras diferencias.
Segundo, la severidad de las agresiones es distinta en función de si quien agrede es el hombre o la mujer. El estudio de Allen, Swan y Raghavan (2009)* halló algo que parece no darse en el Perú, según los datos del párrafo anterior. Hallaron que la frecuencia de las agresiones (número de ataques) era la misma de hombres a mujeres y de mujeres a hombres. Sin embargo, la severidad variaba. En otras palabras, si bien puede haber “simetría” en la frecuencia de violencia, hay asimetría en las consecuencias de esas agresiones. Otros estudios han avalado esta última asimetría**. La violencia de ellas a ellos es de menor intensidad (y por tanto de menores consecuencias) y la ejercida por los hombres a sus parejas de mayor severidad (y consecuencias).
En breve, a ellos también les pegan. Y reitero que el Estado peruano no tiene políticas para ellos. Pero hay que reconocer que la masa de personas agredidas son mujeres. Eso ya es suficiente para que existan servicios especializados de calidad (que no abundan). La mayor severidad con que ellas son objeto de violencia es un argumento adicional para políticas y servicios ad hoc. No reconocerlo es negar la evidencia.
Todos estos datos carecen de un contexto mayor. Si bien hay muchos factores que empujan a una persona a agredir a su pareja, el machismo es uno de estos solo cuando ellos son quienes agreden. Nada similar existe en el sentido opuesto. Pero sobre esto, les comento en otra columna.
* Allen, C., Swan, S., & Raghavan, C. (2009). Gender Symmetry, Sexism, and Intimate Partner Violence. Journal of Interpersonal Violence, 24(11), 1816–1834. Disponible en: http://bit.ly/2UZaYpR
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