La vigesimoprimera novela del Nobel de Literatura peruano vuelve a sus obsesiones literarias: las conspiraciones políticas, la resistencia del individuo y la radiografía del poder.
"Tiempos recios", última novela de Mario Vargas Llosa, se inscribe en la línea de reconstrucciones históricas que el autor arequipeño viene desarrollando desde "La guerra del fin del mundo" y en la que sobresale, por encima de muchas, "La fiesta del Chivo", una de sus novelas más ambiciosas con la que esta última entrega comparte personajes y espacios, e incluso muchos de sus méritos.
Corren los tiempos de la Guerra Fría, cuando Estados Unidos y Rusia —entonces Unión Soviética— competían por el dominio mundial. Esta vez, el país en disputa es Guatemala, cuyo presidente Jacobo Árbenz, depuesto por el dictador Carlos Castillo Armas bajo el auspicio secreto de la CIA, ha sido blanco de una campaña de desprestigio internacional encabezada por la United Fruit, una transnacional norteamericana que operaba en distintos países de Latinoamérica, y la influyente dictadura centroamericana del dominicano Rafael Leónidas Trujillo, alias ‘Chivo’.
A este derrocamiento de la democracia contribuyen conspiraciones, estratagemas publicitarias y espías encubiertos que logran manipular a la comunidad internacional al punto de lograr que vean a Guatemala como un enclave comunista y al ingenuo liberal Jacobo Árbenz como un amigo de la Unión Soviética. Castillo Armas, el mediocre sucesor, tampoco estará libre de la ambición desmedida de la triple entente Trujillo-United Fruit -CIA, y sobre él se ciernen también, más temprano que tarde, nuevos complots.
Este es solo el principio de estos tiempos recios, pero no están aquí, sino en páginas más adelante, lo más sobresaliente y el verdadero corazón de la novela: en la enigmática historia protagonizada por Johnny Abbes García, jefe del Servicio de Inteligencia Militar del ‘Chivo’ y personaje de “La fiesta del Chivo” (aquí cobra un notable desarrollo dramático); Marta Borrero, alias Miss Guatemala y amante del sucesor de Árbenz; y el teniente coronel Enrique Trinidad Oliva, militar sedicioso del régimen de Castillo Armas.
Resulta soberbio el manejo de la intriga en "Tiempos recios", la dosificación de los detalles y la información, pero no tanto así el afán explicativo, didáctico, que suele utilizar Vargas Llosa en sus recreaciones históricas para darle al lector un panorama amplio del contexto. Hay, además, en el estilo de crónica política de esta novela, cierta inclinación por las frases hechas que resiente la lectura de los pasajes iniciales, pero la narración en estado puro no tarda en seducir, imponerse, y uno termina hipnotizado por el magistral manejo de técnicas narrativas a las que Vargas Llosa vuelve como en sus mejores momentos (piénsese en “Conversación en La Catedral”): desde las mudas del punto de vista que le dota de una agilidad grata al ritmo de la novela, hasta los diálogos telescópicos en el pasaje donde el ‘Chivo’ se reúne con el dictador guatemalteco y su subordinado dominicano.
"Tiempos recios" es, además, un canto al liberalismo, representado de manera muy evidente en Jacobo Árbenz y otros personajes (el expresidente Juan José Arévalo, entre ellos), pero a la vez una crítica mordaz sobre aquellos actores que han herido estos ideales. Sin embargo, no es el gobernante el personaje más memorable de esta novela —afectada, hay que decirlo, por cierto simplismo en la configuración moral de algunos protagonistas—, sino Marta Borrero, una mujer excepcional que, como la Urania Cabral de "La fiesta del Chivo", descuella en un entorno de masculinidades frágiles y espías culposos, gracias a su vivacidad y carácter. Es sobre ella que la narración se mueve a un ritmo desasosegado y también quien cierra, en un giro inesperado y autoficticio, el final de la novela.
Y es que, pese a acumular personajes ambiciosos y envilecidos, “Tiempos recios” también arroja una mirada sin maniqueísmos sobre figuras de las que se espera peores cosas (como es el caso de Johnny Abbes), lo que contribuye a refrescar el clima borrascoso del libro.
Esta novela resulta un excelente regreso de Vargas Llosa, quien en esta ocasión revisita sus temas predilectos con sus mejores armas como novelista.
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