Por Sebastián Velásquez
Psicólogo clínico, escritor de psicología y neurociencia, y editor
Hace un par de semanas, todos los medios nacionales ocuparon su contenido con entrevistas a un supuesto científico peruano, residente en China, que formaba parte del comité encargado de la creación de la vacuna contra la COVID-19. Incluso, algunos medios internacionales rebotaron la información y la hicieron masiva. Y es que no era para menos: un peruano había logrado el sueño de muchos con arduo trabajo, gran constancia e inquebrantable motivación. No solo había llegado hasta uno de los países más desarrollados en la actualidad para trabajar en su profesión, sino que, en un momento tan apremiante y delicado como este, había sido seleccionado para conformar el grupo, quizás, más importante y selecto hoy en día, aquella comunidad de científicos brillantes con la capacidad suficiente como para curar de coronavirus a toda la humanidad. Esto era motivo de orgullo, celebración y, cómo no, de reconocimiento.
Lo que sucedió después fue muy rápido: algunos periodistas realizaron una investigación a profundidad y señalaron algunas conclusiones. De acuerdo con ellos, nuestro compatriota no pertenecía a ningún grupo de científicos chinos ni tenía ningún título universitario; sus «empresas», señaladas como compañías que descubrirían la «reversión» del envejecimiento, tampoco funcionaban. Sin embargo, algo sí era cierto: era un peruano que radicaba en ese país desde hace años.
En este punto, todos nos preguntamos: ¿qué es lo que sucede en este caso? ¿Por qué alguien llegaría hasta el extremo de generar una red de mentiras sobre logros falsos? ¿Qué es lo que está detrás de esta farsa? En esta columna, trataremos de brindar algunas luces que nos permitan entender un poco más sobre este asunto.
«Él es un mentiroso»
Esta frase la he escuchado mucho y la he visto en los comentarios de las redes sociales. Si bien no pierde verdad, porque ha utilizado mentiras repetidas, no explica del todo su comportamiento. ¿Por qué lo digo? Porque todos, en alguna ocasión, mentimos, tanto para evitar hacerle daño a los demás como para protegernos a nosotros mismos. Inclusive, en algunas situaciones, muchos profesionales llegan a «maquillar» un poco sus logros académicos y laborales para que generar más impacto. Por ejemplo, en algunos currículums, se intenta engrandecer algunas experiencias de trabajo o de estudios, utilizando palabras clave que den una mejor impresión. Hasta aquí, de alguna u otra manera, estamos modificando la realidad en grado menor. Pero esto no es lo que ha sucedido con el «científico peruano». Él no solo ha jugado con las palabras para generar una mejor imagen de sí mismo, sino que, desde el inicio, ha elaborado una red de mentiras que lo colocaron en el lugar del héroe, del guerrero que merece todo el reconocimiento y los aplausos del mundo.
Si dejamos de lado la idea de que lo hizo de forma planificada para estafar a todos y poner a prueba nuestra credibilidad, estamos ante un caso de pseudología fantástica, un síntoma de diversos trastornos que llevan al paciente a exagerar partes de su vida, como logros o desafíos, para quedar como el protagonista o la víctima de la historia. Es aquella persona que, a partir de la fantasía y la imaginación, crea una realidad en la que cumple todos sus sueños. Ya vamos entendiendo un poco mejor este caso, ¿no es así?
«No soporto la realidad»
Pero, ¿por qué lo hace? Pensemos en una persona que, quizás, ha sido sometida, en su infancia, a exigencias muy altas, tan altas que nunca podrá cumplir. Tal vez, fue comparada constantemente con profesionales, amigos o conocidos que sí lograron grandes cosas. A lo mejor, no recibía reconocimiento ni palabras de aliento o, en el peor de los casos, sus resultados eran despreciados o minimizados. ¿Qué podría hacer esa persona para sentirse mejor consigo misma y no caer en la angustia o la depresión? ¿Cómo podría conseguir mantener, aunque sea pobremente, su «estabilidad» psicológica? Dentro de todas las posibilidades, crear un gran abanico de mentiras que lo conviertan en el héroe es una opción. Pero este mecanismo es distinto en cada paciente: algunos lo hacen de forma consciente y planificada; otros empiezan así, sin embargo, luego de un tiempo, llegan a creer en sus propias mentiras; los más afectados realmente viven en su propia fantasía. Tengamos en cuenta que es un síntoma psicológico que surge en el paciente, porque no soporta su realidad.
Entonces, ¿necesita ayuda psicológica?
Sí, pero no solo psicológica, sino, también, psiquiátrica. Dependiendo de la gravedad, la terapia psiquiátrica puede ayudar al paciente, mediante fármacos, a disminuir las ideas fantasiosas, mientras la psicoterapia va a fortalecer la imagen que tiene de sí mismo y le va a brindar la oportunidad de reconocerse como un ser valioso con virtudes y defectos, pero, sobre todo, con logros reales. Ambos procesos son de larga duración, porque la cura rápida, en estos casos, no existe.
Ahora que ya saben que se trata de un caso que necesita ayuda, los invito a empatizar y evitar los comentarios acusadores y negativos. Si podemos hacer algo por quien está sufriendo, hagámoslo.
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