En el Día de la Educación Inicial, dos profesoras comparten su experiencia de enseñar virtualmente a los más pequeños.
Luddy Monsefú Caballero se preparó todo el verano para recibir a los niños del aula de cuatro años del colegio San Pedro de Trujillo (región La Libertad); sin embargo, unos días después de iniciado el año escolar, todo cambió.
Ella tuvo que adaptar su computadora a las clases a distancia, buscar un espacio en casa para conectarse todas las mañanas y, lo más difícil, hacer sentir a los más pequeños esa motivación para aprender sin dejar de sonreír.
Tía Luddy, como la llaman sus alumnos del aula de Explorers, tiene 12 años en la docencia inicial. Es madre de un bebé de un año y medio, y tiene el reto diario de captar la atención de niños que nacieron con un "celular bajo el brazo" y que en tiempos de cuarenta pasan gran parte del día con aparatos tecnológicos.
La maestra confiesa que la convivencia con los niños era muy gratificante y ahora verlos solo por una pantalla es difícil.
“Actualmente hacer que se emocionen con las clases es nuestra motivación. Semanalmente nos reunimos y hacemos una lista de las actividades pensando en la cuarentena y que los niños experimenten con lo que tiene en casa, pues ellos necesitan sentir y tocar para su aprendizaje", detalló.
Nuestro reto es entrar a los hogares
Para Rita Castañeda, directora del colegio, el reto no es trasladar el aula a la casa, más bien, está en entrar en el hogar de los niños. Ella tiene a cargo a cuatro docentes del nivel inicial y vive con ellas cada preparación de clases.
"No tener contacto físico con los niños para motivarlos con un abrazo o una sonrisa ha sido difícil para las tías (profesoras). Ahora el reto es romper el vidrio que es la pantalla y llagar a cada uno de los hogares”, concluyó.
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