El crimen organizado es el principal protagonista de crónica roja diaria.
En los últimos años, decenas de bandas sembraron el terror en las calles del país. Las cifras no son alentadoras y el próximo gobierno tiene una tarea pendiente, pues, a pesar del trabajo de las autoridades, el crimen organizado no ha disminuido y, por el contrario, a cruzado fronteras. Convirtiéndose en una de las principales amenazas que ha obligado a mantener una estrecha colaboración entre las fuerzas del orden de todos los países de Latinoamérica.
Así lo demuestran los más de 450 delincuentes -entre cabecillas y demás integrantes de organizaciones criminales- que purgan condena en las diferentes cárceles del país.
Bajo esta premisa el ex ministro del interior, Rómulo Pizarro, indicó que "el crimen organizado tiene ramificaciones con el narcotráfico, la trata de personas, tráfico de órganos y sobretodo la corrupción”.
Estas bandas de criminales están conformados por grupos que desarrollan actividades delictivas. A diferencia de la delincuencia común, operan bajo un sistema de códigos verticales, de estricta sumisión a una cúpula de cabecillas que aplica el idioma de la violencia y la compra de conciencias a todo nivel.
Es así que el presidente ejecutivo de Devida Alberto Otárola precisó que el Perú cuenta con una legislación contra la criminalidad organizada, pero la creciente problemática exige dotar de normas más efectivas al sistema de justicia y repotenciar la inteligencia policial.
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