En el Perú no se ha realizado la inversión necesaria en el sistema educativo para garantizar el futuro de los niños y jóvenes, quienes tienen en la educación, la única oportunidad para salir de la pobreza. Carecemos de la infraestructura necesaria para garantizar una plena cobertura educativa. Se tiene una escasa implementación de laboratorios, bibliotecas y centros de desarrollo artístico, deportivo, industrial o de aplicación.
Nuestros jóvenes egresados de estudios básicos no comprenden lo que leen y no desarrollan habilidades en matemáticas. Esto se debe a una falta de articulación entre los niveles de estudios. Lo mismo ocurre con el nivel superior, donde existe una falta de relación con las necesidades sociales y el mercado laboral.
El modelo actual no incluye la educación virtual dentro de la regulación existente; sin embargo, debido a la pandemia, las instituciones han tenido que adaptarse, lo que genera desigualdad en el acceso a la educación remota para la población sin equipos de cómputo e internet.
Las instituciones educativas carecen de recursos tecnológicos para aprovechar las fuentes digitales y herramientas educativas. En la educación básica, los docentes han sustentado el año escolar con sus propios equipos y conectividad, sin plataformas de gestión de aprendizajes ni de acompañamiento a los estudiantes. Las universidades públicas tuvieron limitaciones para iniciar del año académico, llegando algunas a suspender actividades hasta casi finalizar el año, precisamente por la falta de implementación tecnológica y cobertura de internet.
Hay poca inversión en investigación (0,11% del PBI), y esta se encuentra distante del desarrollo en la educación pública. No se incentiva ni fomenta la investigación pues los mismos docentes necesitan capacitación permanente para que hagan del método científico una herramienta esencial en la formación.
En nuestro gobierno la educación va a garantizar el futuro del Perú. Vamos a declarar el “quinquenio de la educación pública” con una revolución educativa, empezando por invertir hasta alcanzar y superar el 6 % del PBI, con énfasis en la formación y capacitación docente, en el acceso y conectividad a los estudiantes y maestros, modernizando la infraestructura educativa, implementando bibliotecas físicas y virtuales, laboratorios, talleres y espacios recreativos y deportivos.
Es necesario incorporar la tecnología para la educación semipresencial y virtual, especialmente en el ámbito rural, con plataformas educativas que eliminen barreras geográficas para el acceso a una educación de calidad.
Articularemos la educación pública en todos sus niveles. La educación inicial con la primaria, la primaria con la secundaria, y ésta con la educación superior técnica y universitaria. El propósito será la formación para la vida y el trabajo. Fortaleceremos la educación continua que permita a los profesionales especializarse y mantenerse actualizados con las demandas del mercado.
Un eje de intervención será la actualización y reforma curricular centrada en la innovación y el emprendimiento, en todos los niveles, con un 70% de contenidos básicos y con enfoque nacional, un 20% enfocado en la realidad regional y la interculturalidad, y un 10% en mantener actualizados los contenidos curriculares con las tendencias del mundo. Fomentaremos la acreditación institucional en todos los niveles y otorgaremos incentivos a la calidad educativa.
Vamos a crear semilleros de investigación para la difusión científica. Las universidades públicas tendrán, como mínimo, un instituto de investigación implementado, que responda a objetivos de desarrollo sostenible. Este instituto se articulará en una red nacional de investigadores, enfocados en resolver problemas locales, regionales y nacionales.
Incrementaremos la inversión en proyectos de Investigación y Desarrollo, hasta alcanzar el promedio de los países en América Latina (0,75% del PBI). Haremos efectiva la aplicación de los incentivos del I+D+I en las universidades públicas para el desarrollo tecnológico para el país.
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