Más democracia para un Perú mejor, por Marco Arana

El publicitado proceso de “reforma política” planteado durante el fracasado gobierno de Martín Vizcarra no se propuso hacer cambios de fondo para fortalecer nuestro débil y deslegitimado sistema político peruano.

La propuesta de la comisión de alto nivel evitaba solucionar el problema central del debilitamiento del sistema político: falta de una mayor representatividad, relación sumisa con los grandes grupos de poder económico y la corrupción sistémica. De allí que esa reforma no propuso medidas para acabar con el mecanismo de puertas giratorias, que permite que quienes no sean elegidos por el voto ciudadano terminen capturando el Estado.

Por lo demás, es altamente cuestionable que esa reforma política se propusiera poner fin a los partidos políticos programáticos y los sustituyera por simples “agencias o clubes electorales” que se pueden armar y desarmar para cada elección en torno al emprendedor político y su acceso a recursos financieros para sostener costosas campañas publicitarias. En el debate del disuelto Congreso 2016-2019, sostuve que una reforma política que no asegure el fortalecimiento de los partidos programáticos e ideológicos es, en realidad, una reforma contra los partidos sin los cuales no hay institucionalidad democrática asegurada.

 La reforma política impulsada por el Ejecutivo tampoco propuso cambios para democratizar la sociedad peruana en razón de su carácter plurinacional. El reconocimiento del Estado Unitario Plurinacional nunca formó parte de su agenda. La única equidad que le preocupaba era la de género, no la cultural, étnica ni socioeconómica. Hay que reconocer que sobre la primera logramos cambios importantes al introducir la paridad y alternancia que es importante para superar el Estado machista y patriarcal.

Sostengo que una reforma política que siga ignorando la existencia plurinacional de nuestro Estado está condenada al fracaso. La mayor reforma política no es crear dos cámaras, sino constitucionalizar la existencia del Estado Unitario Plurinacional, a partir de lo cual podría tener más sentido una bicameralidad que mejore la representación democrática y no solo busque una mayor “calidad de leyes”. En el Bicentenario deberíamos terminar con la discriminación de un tercio de peruanos que se autoidentifican como quechuas, aymaras, amazónicos o afroperuanos. Afirmamos además la necesidad de una democracia con más mecanismos participativos y de democracia directa, que otorguen mayor poder a la ciudadanía.

Para el Frente Amplio, la reforma política que el Perú necesita es la que evite la grosera intromisión de los intereses económicos privados en la política, ya que esta trata sobre los asuntos públicos y el ordenamiento de los asuntos privados al bien público.

En cuanto a lograr una representación más democrática para Lima, hemos propuesto la creación del distrito electoral múltiple, de manera que se rompa el actual sistema excluyente de las Limas populares que, con las reglas actuales, no tienen garantizada su representación congresal.

También proponemos la renovación por mitades del Congreso, de manera que la ciudadanía pueda ejercer su derecho de cambiar la correlación de fuerzas del Parlamento, así como refrendar o sacar a congresistas a la mitad del mandato asegurando mayor legitimidad.

 Para combatir la corrupción sistémica vamos a prohibir la tenencia de cuentas offshore a quienes asuman cargos de elección pública o sean altos funcionarios del Estado, a lo que debe sumarse el levantamiento del secreto bancario y el espaciamiento a 10 años del tiempo que medie entre el desempeño de un cargo público y un cargo en el sector privado, así pondremos fin al nefasto mecanismo de puertas giratorias que sirve para saquear el Estado.

 Necesitamos cambios verdaderos en la forma del Estado por lo que, lo mejor sería hacerlo en el marco de una Nueva Constitución que conduzca a una sociedad verdaderamente incluyente, más democrática y libre de corrupción.