“Las naciones que más progresan son las que más invierten en su gente”, dijo Amartya Sen, economista indio y ganador del Premio Nobel de Economía en 1998. Eso es, precisamente, lo que pensamos en el Partido Morado: en un país con tanta desigualdad como el nuestro, el desarrollo económico, la justicia y la igualdad se logrará mediante la inversión masiva en el talento de las personas. Esto involucra, no única pero principalmente, la implementación de un sistema educativo de calidad.
Si bien antes de la pandemia la calidad de la educación pública en el Perú estaba muy por debajo de la alcanzada por países de similar nivel de ingresos, la COVID-19 expuso grietas más profundas de las que éramos conscientes. Después de implementarse el programa educativo virtual “Aprendo en casa”, que suponía atender a toda la población escolar en el contexto de aislamiento, los resultados de su evaluación fueron muy decepcionantes: en el año escolar 2020, 150 000 estudiantes no se matricularon, 245 000 tuvieron poco o ningún acceso a educación remota y 466 000 permanecieron fuera del sistema educativo. Esta catástrofe no se debió únicamente a las limitaciones de conectividad virtual del país, sino sobre todo a una serie de variables sociales que, cuando interactúan, conducen a un “círculo vicioso” o “trampa” que perpetúa, generación tras generación, la baja calidad educativa.
Me explico mejor: la pandemia nos recordó que los padres, las madres, y el entorno familiar en general cumplen roles clave en el proceso educativo de los niños y niñas. Si los miembros de la familia no cuentan con las capacidades mínimas para guiar el proceso educativo virtual de los escolares, su formación se interrumpe y distorsiona. ¿Cómo esperar buenos resultados del programa educativo virtual (al margen de los problemas de conectividad) cuando ocho millones de peruanos, muchos de ellos padres y madres, no terminaron la educación básica?
Para el Partido Morado la educación pública de calidad es una prioridad. Nuestra meta es lograr que las niñas, niños y adolescentes accedan a una educación que, orientados al desarrollo de competencias, potencien su talento y permitan ejercer una ciudadanía activa, así como realizar sus proyectos de vida y ser felices, con énfasis en los 861 000 en edad escolar que hoy están excluidos. Nos aseguraremos que el derecho a la educación no sea solo para quienes pueden pagarla, sino para todas y todos, sobre todo para quienes estén en situación de exclusión educativa y en condiciones de vulnerabilidad.
A la fecha, solo 3 de cada 10 adolescentes que egresan de la educación básica logran acceder a la educación superior. Por eso, aseguraremos la mejora de los niveles de acceso, así como la provisión de rutas de formación acorde a sus diversas vocaciones para que puedan desarrollar competencias que les habilite una inserción exitosa en el mundo laboral. También garantizaremos que la población joven y adulta acceda a culminar su educación básica, de manera flexible y con certificación de aprendizajes desarrollados en su trayectoria de vida, de tal manera que se logre saldar la deuda social e histórica que el Estado tiene con cerca del 25% de la población.
Cuando invertimos en el talento de las personas logramos que expandan sus conocimientos y capacidades, pero, fundamentalmente, que adopten actitudes y comportamientos que les permitan ser, por ejemplo, mejores padres y madres, mejores ciudadanos. En el Perú hemos invertido mucho en minas; hoy es momento de también invertir en las mentes de los peruanos y las peruanas. Ese es nuestro propio camino para construir una verdadera república.
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