Durante los tres primeros años del niño, conocidos como primera infancia, se decide la seguridad emocional del futuro adulto. La cercanía de los padres y un ambiente fuera de estrés son cruciales para que el menor tenga las herramientas para afrontar la vida.
El acompañamiento cercano de los padres a sus hijos en sus tres primeros años decidirá la madurez emocional del futuro adulto. Así lo señala la psicoterapeuta de la Clínica Internacional, Liliana Tuñoque, quien se especializa en temas de niños y familia.
La etapa de los tres primeros años del menor, conocida como la primera infancia, es importante porque en ella se viven “las experiencias tempranas que el niño pueda tener. El primer contacto es con los padres o los abuelos, [y de ahí se obtiene] la madurez no solamente emocional, sino cerebral, neurológica y afectiva”, explica Tuñoque a RPP Noticias.
Por eso el tiempo en familia es necesario para él o la menor. Si los padres están ausentes, y agregamos un estado de estrés, esto afecta no solo el aspecto socioemocional sino la arquitectura cerebral del niño, agrega la experta.
El estrés infantil puede ser originado por el abandono de los padres o también por la vivencia de alguna violencia producto de conflictos familiares.
La ausencia de un ser querido de manera temprana puede deberse a un accidente o porque los padres necesitan trabajar por necesidades económicas y dejan en cuidado al niño a terceras personas. Tuñoque dice que la atención de los padres es irreemplazable “porque luego ellos (los niños) crecen y cuando los padres quieren acercarse ya no es el tiempo. No es lo mismo”.
¿CÓMO AFECTA EL ESTRÉS AL NIÑO?
Las experiencias señaladas originan impactos negativos en el sistema límbico del menor, “el cual está relacionado con nuestras emociones. El estrés afecta básicamente la zona del hipocampo y el área frontal de nuestro cerebro”, sostiene Tuñoque.
Entre las repercusiones que originan la ausencia de los padres y un estado de estrés durante la primera infancia encontramos la formación de niños emocionalmente inseguros, inmaduros, con tendencia a deprimirse, muy sensibles, solitarios, tristes, y con propensión al aislamiento.
Dichas consecuencias emocionales se pueden arrastrar hasta la etapa adulta, dice Tuñoque, porque durante los primeros años de vida damos cimiento al posterior desarrollo de personalidad.
Ante ello, para poder cimentar una personalidad adulta, emocionalmente madura y estable, es necesaria una relación cercana con los padres para que el menor pueda elaborar herramientas adecuadas para poder afrontar las dificultades que la vida nos trae, finaliza la psicoterapeuta.
Comparte esta noticia