El gran académico e investigador Charles Lindblom, en el texto imprescindible La ciencia de salir del paso, presenta dos métodos de decisión para el ámbito de las políticas públicas. El primero, llamado método racional o enfoque “a la raíz”, supone la existencia de un acuerdo unánime sobre los objetivos, vale decir, no concurren opiniones divergentes ni intereses contrapuestos. De igual forma, esta perspectiva da por descontado que los tomadores de decisiones cuentan con toda la información necesaria. Además, asume que existe plena disponibilidad de recursos y tiempo más que suficiente para el proceso de implementación. Por si fuera poco la relación entre medios y fines es clara y fluida.
En el segundo, denominado método de comparaciones limitadas sucesivas o “por las ramas”, el hacedor de políticas reconoce que su capacidad de análisis es drásticamente limitada, así como el tiempo y la información existente. Bajo este método se infiere que el objetivo ideal no será alcanzado, pero si el objetivo satisfactorio, lo que evitará errores serios. A su vez permitirá que, si el primer paso tiene éxito, se continúe con el siguiente. Por ende, más que atacar la “raíz” de los problemas públicos, se enfocará en sus “ramas”.
Utilizando los conceptos desarrollados por Lindblom, podemos señalar que el “Plan Bukele” ha sido conceptualizado por el presidente salvadoreño como una estrategia “a la raíz”. Como se sabe, para implementarla, Bukele decidió sustituir a todos los magistrados de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia y a la titular de la Fiscalía General. De igual forma, el citado mandatario controla de manera férrea al Congreso. Es decir, en el Salvador no hay espacio para las voces discordantes. Por otra parte, Bukele estima que cuenta con toda la información disponible, lo que se traduce en hostigamiento contra periodistas y en ataques contra la libertad de expresión.
No obstante, esta estrategia “a la raíz” ha significado graves errores y verdaderos atentados contra los derechos humanos en su guerra contra las maras. De acuerdo con Amnistía Internacional, el régimen de excepción instaurado en marzo del 2022 ha resultado en la detención, en su mayoría arbitrarias, de más de 66 mil personas. Igualmente se ha documentado el “sometimiento a malos tratos y tortura, violaciones flagrantes al debido proceso, desapariciones forzadas y la muerte de al menos 132 personas bajo la custodia del Estado”.
Es decir, la estrategia “a la raíz” en el Salvador descansa en dos pilares claramente definidos, la concentración del poder en el presidente y la implementación de una estrategia de seguridad ciudadana draconiana que implica violaciones a los DDHH. Bajo estas premisas, diferentes autoridades políticas peruanas han señalado que están estudiando implementar el “Plan Bukele” en nuestro país para enfrentar el flagelo de la inseguridad ciudadana.
¿Es acertado implementar el Plan Bukele en el Perú? Desde un punto de vista lindblomiano, claramente la respuesta es no. Para el politólogo estadounidense, resulta mucho más estratégico poner en práctica el método “por las ramas”, vale decir aquel vinculado con la gestión pública y enfocada en resolver problemas específicos de manera satisfactoria.
¿Cómo ser haría? Desde el 2020, el Estado peruano ha venido diseñando y aprobando una serie de políticas, con metodología CEPLAN, para hacer frente al delito y la delincuencia. Hasta el momento se han aprobado la Política Nacional contra el Crimen Organizado, Política Nacional Penitenciaria, Política Nacional Multisectorial de Seguridad Ciudadana y Política Nacional contra la Trata de Personas y sus Formas de Explotación. El método “por las ramas” implicaría la puesta en práctica de dichas políticas.
Sin embargo, no se conoce cuáles son los avances, la ejecución presupuestal, ni cómo va el cumplimiento de los indicadores, servicios, acciones y objetivos estratégicos. Tampoco se explica desde el Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana ni el Consejo Nacional de Política Criminal los detalles de los progresos y limitaciones.
A manera de conclusión, desde el punto de vista de Lindblom, echar a andar el Plan Bukele en el Perú sería un gran error, ya que el método de “raíz”, traería costos inaceptables para una sociedad que se ufana de ser democrática. Por ende, se sugiere llevar a cabo una estrategia “por las ramas”, directamente vinculada con el cumplimiento de las políticas ya diseñadas y aprobadas por el Estado peruano.
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