La semana pasada falleció el arquitecto Jaime Lerner, uno de los urbanistas más influyentes de nuestro tiempo. Sus propuestas desarrollaron de alguna manera lo que planteó Jane Jacobs en su ya célebre libro Muerte y vida de las grandes ciudades, donde se cuestiona la ciudad moderna diseñada por y para el automóvil y se propone una ciudad diseñada a partir del ser humano.
Jaime Lerner fue la conjunción de un arquitecto y urbanista, gestor y político, además de ser un magnífico comunicador. Nacido en la ciudad de Curitiba (Brasil) en 1937, en el seno de una familia de inmigrantes judío-polacos, se formó como arquitecto en la Universidad Federal de Paraná, de donde egresó en 1964. Su ejercicio profesional estuvo desde muy temprano dedicado al urbanismo, como lo atestiguan su participación en la formación del Instituto de Investigación y Planificación Urbana de Curitiba (IPPUC) y su participación en el plan urbano de esa ciudad en 1969. Para el período 1971-1975, fue designado alcalde de Curitiba. Luego repetiría el encargo en dos ocasiones más, en 1979-1983 y en 1989-1992. También fue gobernador del Estado de Paraná en dos ocasiones (1995-1998 y 1999-2002).
Curitiba, la ciudad que Lerner gobernó en tres oportunidades, es hoy una de las ciudades con mejor calidad de vida de América Latina, donde sus casi dos millones de habitantes disponen cada uno de 51 metros cuadrados de área verde. Es además una urbe industrial que ha sabido atraer capitales hacia ella, teniendo sus habitantes una renta anual per cápita de 26,500 dólares estadounidenses. Para conseguir estos indicadores, Lerner basó su gestión en tres principios: movilidad, sustentabilidad y sociabilidad.
Cumpliendo con estos principios, estableció un sistema de transporte con buses articulados como una alternativa a la construcción de un metro subterráneo, pues consideraba a esta última una opción cara y de muy prolongada ejecución. Partiendo de la idea de tener un carril exclusivo para los buses, con estaciones similares a las de un ferrocarril o metro, logró diseñar un sistema de transporte eficiente, barato y poco contaminante para Curitiba. La propuesta de Lerner ha sido reproducida en varias ciudades del mundo que no cuentan con una red de metro, como es el caso del Transmilenio de Bogotá o el Metropolitano de Lima, así como también en Los Ángeles, Estambul o Seúl.
Su apuesta por la movilidad sostenible incluye un desincentivo del uso del automóvil, al que denomina “colesterol urbano”, debido a que tapona las arterias, en este caso las vías de la ciudad, trasladando a muy pocas personas. Por eso tenía la esperanza de que muy pronto las ciudades optaran por otros medios de transporte sostenible como la bicicleta o pequeños autos eléctricos. En una entrevista a la periodista Anatxu Zabalbeascoa, Lerner le manifestó que el automóvil “es el cigarrillo del futuro. Va a desaparecer de casi todas partes. Si hay que seguir fabricándolos para crear empleo, será para viajes y ocio, no para la ciudad”.
Pero parte de la solución para la movilidad era moverse menos y más despacio. Lerner comparaba la ciudad con el caparazón de una tortuga. Todo está en ese caparazón: la vivienda, el trabajo y el ocio. Por lo tanto postulaba que la ciudad fuera mixta antes que especializada o zonificada –como gustan decir los urbanistas– y además cercana, como la tortuga a su caparazón.
Esa idea de apostar siempre por soluciones rápidas, eficientes y económicas para temas urbanos, lo llevó a publicar en el 2003 el libro que es considerado su ideario: Acupuntura urbana. A la manera de lo que se puede hacer con pequeñas agujas que colocadas en determinadas partes de la piel producen una gran mejoría en la totalidad del cuerpo, Lerner señaló que “una ciudad puede cambiar inmediatamente. Se puede crear una nueva energía con acciones focales que den una nueva energía a la ciudad”. De esta manera, como lo hizo en su gestión en Curitiba, propone la realización de una suerte de urbanismo activo a través de intervenciones puntuales de tipo social, como equipamientos culturales o parques recreativos de diseño sencillo y rápida construcción, que generen impactos positivos en la ciudad.
El legado que nos deja Lerner es, como lo manifestaba siempre, mirar la ciudad con otros ojos y actuar creativamente. “La ciudad no es un problema, es la solución”, solía repetir. Todo depende de dónde se clave la aguja.
Comparte esta noticia