El 26 de agosto del presente año, el alcalde Jorge Muñoz Wells instaló lo que vendrá a ser el Comité Consultivo para el nuevo Plan Urbano de Lima. Veinticuatro personas de procedencia diversa —hay académicos, profesionales, políticos, empresarios y dirigentes gremiales, entre otros— integramos este Comité, que busca ser un colectivo representativo de la sociedad civil y, más propiamente, de los vecinos de Lima. Hasta donde yo recuerde, es la primera vez que se cuenta con un Comité Consultivo de ancha base y esa es una decisión que hay que saludar. Por eso creo que en principio hay que felicitar al alcalde Muñoz y también al teniente alcalde, Miguel Romero Sotelo, por haber promovido y logrado esta convocatoria; además, por entender que la ciudad es de todos y que salir adelante debe ser un compromiso de la sociedad civil en su conjunto.
Como lo hemos señalado anteriormente, es imperativo contar con un plan urbanístico que oriente la gestión de la ciudad en los próximos años. El último plan vigente de Lima (Planmet) data de 1990 y tuvo vigencia hasta el año 2010. Desde entonces, Lima no cuenta con un plan urbanístico actualizado, lo cual redunda en que las acciones que se toman a nivel del gobierno local son aisladas, sin coordinación, que no parten de una idea de ciudad. El nuevo plan plantea hacer una propuesta de ciudad dentro del horizonte 2021-2040 y concentrarse en objetivos concretos que permitan mitigar los grandes problemas de nuestra urbe.
Lo primero que a mi juicio tendrá que hacer este Comité será seguramente definir el modelo de ciudad que se quiere. Entender que Lima es una megalópolis, es decir, una conformación de cuatro ciudades juntas: Norte, Sur, Este y Central. A este conjunto de ciudades habría que sumarle una quinta, el Callao —que en buena cuenta es una Lima Oeste—, si queremos que el plan sea exitoso. No se puede dividir políticamente algo que territorial y urbanísticamente es una unidad. Si ya tenemos una autoridad única para el transporte, será necesario contar también con un solo ente planificador. Fortalecer el Instituto Metropolitano de Planificación (IMP) como un regulador de políticas urbanas de la macrorregión Lima-Callao podría ser una posibilidad.
Por otro lado, haber recuperado la planificación urbana de la ciudad es importante, pero más importante será no reincidir en los aspectos que la hicieron fracasar anteriormente, entre ellos, convertir el plan en un conjunto de documentos sesudos y valiosos, muy buenos en el diagnóstico y hasta en la propuesta, pero poco efectivos en la práctica. Acompañar el plan con un modelo de gestión, con objetivos y metas claras, cuantificables y programadas en el tiempo, sería lo más deseable. Los planes no tienen necesariamente que ser documentos extensos. Deberán ser documentos concretos, puntuales y claros en lo que persiguen para que puedan además ser comunicados a la población con facilidad.
Un buen plan, formulado correctamente con objetivos a corto, mediano y largo plazo, constituirá también un valioso instrumento anticorrupción, que señalará el rumbo que debe tomar la ciudad, evitando cualquier tipo de desviaciones. Es el momento de dejar atrás ese modelo arbitrario de ejercicio del poder que han realizado muchas autoridades municipales, conduciendo las inversiones públicas sin la debida priorización o facilitando cambios de zonificación urbana que beneficien a pocos en desmedro de muchos y de la ciudad en su conjunto. Por ello es importante que lo técnico se imponga sobre lo político y que la ciudad sea administrada siguiendo lineamientos precisos y debidamente consensuados con la población, cuyo involucramiento será fundamental para el éxito de la planificación.
A menudo la gente me pregunta, como arquitecto y urbanista, si los problemas de la ciudad tienen solución, y la respuesta es siempre la misma: creo que sí, pero no en el corto plazo. Un plan es en realidad señalar una imagen objetivo y realizar las acciones correspondientes para llegar a ese objetivo. Un plan es siempre un buen deseo. Hacer que se cumpla dependerá de todos nosotros, porque como decía San Agustín: “Nosotros somos los tiempos, y como seamos nosotros, así serán los tiempos”.
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