La pobreza del debate político es en buena parte culpa de una casi total ausencia de evidencia, robusta y confiable, en la construcción de argumentos y propuestas políticas. Los centros de pensamiento partidarios pueden ser una solución efectiva. Brasil, Chile, Argentina, Colombia, Uruguay y otros países vecinos los tienen.
A diferencia de lo que ocurre en otros países de la región, en el Perú la relación entre los partidos políticos y los think tanks o centros de pensamiento es ad-hoc, informal y personalizada. No podría ser de otra manera. En un estudio sobre la relación entre partidos políticos y think tanks en el Perú, Martín Tanaka, Sofía Vera y Rodrigo Barrenechea argumentaron que esto se debía en parte por la pobre institucionalidad de los partidos y la ausencia de confianza en los partidos – y en el sistema político. El miedo a “no quemarse” con la política obligaba a mantener las relaciones a una distancia segura.
No sorprende, por eso, que los investigadores que pasan por la política encuentren a veces el retorno a sus centros complicado – hasta imposible- y terminen, en cambio, trabajando en organismos internacionales, de consultores locales o se auto exilien a universidades o centros en el extranjero.
En países vecinos las relaciones son más explícitas: en Brasil, el Partido de los Trabajadores con a la Fundación Perseu Abrabmo; en Chile el Partido Socialista con el Instituto Igualdad, la Concertación con CIEPLAN y Evolución Política y el Centro de Estudios Horizontal; en Argentina el PRO con la Fundación Pensar.
Estas no son necesariamente relaciones jerárquicas o formales. Lo que existe es una coincidencia ideológica y una suerte de división de labores de-facto: los partidos buscan gobernar y los think tanks desarrollan las ideas. La permanencia del modelo evidencia su valor para todos. En el largo plazo, la buena política necesita buenas políticas públicas y, estas, necesitan buenas ideas.
En Gran Bretaña, la relación partido - think tank se refuerza con departamentos de investigación al interior de los partidos. En Alemania, las fundaciones políticas, una suerte de financiador de think tanks y think tank en sí mismo, ofrece acaso un modelo aún más extremo de financiamiento público a la política.
Y esta relación no se limita a las democracias. El boom de creación de think tanks chinos se sostiene por la insistencia del Partido Comunista Chino y sus distintas facciones de acudir a centros de pensamiento para desarrollar o legitimar argumentos políticos.
Nadie es ingenuo aquí. La evidencia es una herramienta política. Bien usada legitima y fortalece a los políticos, a los partidos políticos y a sus agendas.
Pero los centros de pensamiento pueden cumplir otro rol – acaso más importante: fortalecer las instituciones políticas. En cumplimiento de sus misiones incentivan debates informados, promueven un intercambio enfocado en ideas en lugar de personalidades, preparan a futuros cuadros políticos para que cuenten con herramientas de análisis y pensamiento crítico, y desarrollan y protegen ideas en el largo plazo, libres del implacable ciclo político.
Estamos entrando a una nueva campaña electoral en un contexto crisis absoluta – de salud, económica y política. En todo el mundo vemos como los discursos políticos se polarizan y se alejan de la realidad – de los hechos, de la evidencia, del conocimiento- y dan paso a candidatos extremos. En el Perú no podemos esperar otra cosa. Los partidos políticos no están preparados para romper con esta tendencia y, de pronto, darle mayor peso a la evidencia en el desarrollo de sus agendas y planes de gobierno y la conformación de sus equipos.
En el mediano y largo plazo, sin embargo, podemos cambiar.
En esto juega un rol importante el financiamiento a los partidos. Una función clave y que debe ser financiada de manera permanente en el Perú es la capacidad de investigar o, por lo menos, usar investigación. Esto puede tomar muchas formas: desde departamentos de investigación internos que se alimenten de la investigación de universidades y think tanks independientes; fundaciones partidarias con equipos de investigación que, además de informar a los partidos divulguen, públicamente, sus estudios y recomendaciones; o incentivos para que el financiamiento que otrora fuese destinado a partidos lo sea en cambio a centros independientes, pero ideológicamente afines.
No se trata de copiar otros modelos sino recoger lo mejor de ellos y adaptarlo a nuestro contexto. Necesitamos, urgentemente, una política más y mejor informada.
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