Los recientes sucesos políticos fueron aprovechados por algunos congresistas para sorprender a la población con cuestionables propuestas de ley, una de ellas intentando allanar el camino a la minería ilegal en la Amazonía, y la otra, debilitando los controles ambientales que buscan detener la deforestación. Ambas propuestas, en nombre de la rehabilitación económica y la pandemia. A esta situación se sumó la elección de una ministra del Ambiente sin la capacidad requerida para liderar un sector importante para el país.
La reacción de varios sectores de la sociedad no se hizo esperar, no solo de las vilipendiadas ONG ambientalistas, sino también de los gobiernos regionales y miembros de gobiernos anteriores. Así como midiendo el pulso político, ambas propuestas fueron estratégicamente retiradas.
Este episodio nos dice muchas cosas. Primero, nos habla de la fragilidad de nuestra democracia y de la baja capacidad de elegir a nuestros representantes. También nos muestra que, en los gobiernos y el Congreso, el tema ambiental es de poco interés. Pero en lo específico del caso, deja en claro el oportunismo de algunas bancadas en el Congreso, que se aprovechan de cualquier distracción, sea esta política o de otro tipo, para intentar pasar sus menjunjes. También nos muestra las variadas agendas en el Congreso que responden a intereses particulares que no tienen coherencia con el objetivo de un país moderno y justo, a puertas del bicentenario. Y, en lo que nos corresponde a nosotros como ciudadanos, es que debemos dormir con un ojo abierto. Lo que hemos visto ya ha pasado antes… y volverá a pasar.
Dormir es una necesidad, y sin ella no podemos vivir. Es más importante incluso que comer. Aunque parezca broma, necesitamos de soñar y de tener pesadillas. Y metafóricamente, de los sueños nacen esperanzas y objetivos. Recordemos la famosa frase de Martin Luther King: “tengo un sueño”. Pero en las actuales circunstancias, con los gobiernos que vengan y con este Congreso, no podemos darnos la oportunidad de dormir tranquilos. De no haber estado despiertos, ese intento del Congreso podría haber tenido éxito. Pero tan importante como ello es que, de no tener una sociedad sensible, reactiva y preparada, nos hubieran agarrado fríos. Algunos dirán que es esta generación con la que no hay que meterse. Verdad hasta cierto punto. Hasta donde recuerdo, hemos reaccionado a barbaridades políticas y ambientales desde que era muchacho. Yo creo que es más una capacidad endémica en nuestra sociedad.
Cayó este gobierno y entrará otro, pero el Congreso sigue. Este vergonzoso y trágico experimento debe también darle un claro mensaje al Congreso y al nuevo gobierno, de que los estamos mirando de cerca, con lupa, y también desde lejos, con satélites. De que el tema ambiental nos importa y que no debe ser ninguneado, mas aun en tiempos de COVID-19. Y para nosotros, que debemos seguir despiertos porque ante estas circunstancias, el que pestañea pierde.
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