De pronto el populismo ha resucitado, en el Perú y en todo el mundo. Se habla de un populismo de izquierda, el más tradicional, y más recientemente, de un populismo de derecha. Ambos serían condenables; hay que huirles como la peste. En este contexto, vale la pena volver a mirar el concepto.
En la revolución francesa, los jacobinos acuñaron la frase: “Todo para el pueblo, y por el pueblo”; aunque este proceso, que terminó con la monarquía y el feudalismo, se concentró más en los objetivos que buscaba: libertad, igualdad y fraternidad. Fue Juan Jacobo Rousseau, uno de sus padres, el que sí habló de la forma de gobierno: la democracia es la aplicación práctica de la “soberanía popular”. Para Abraham Lincoln, en su famoso discurso de Gettysburg, la democracia era “el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo”. Benito Juárez decía: “Con el pueblo todo, sin el pueblo nada”. Mao le dio un giro propio: “Todo con el pueblo, nada sin él”. De acuerdo a los estándares actuales, todas estas frases y posturas suenan bastante populistas. Seguramente porque ya casi nadie gobierna para el pueblo, ahora los gobernantes están mucho más preocupados en defender sus propios intereses.
Para muchos, el mejor gobernante de todos los tiempos fue Franklin Roosevelt: reactivó la economía de su país luego de la gran depresión de 1929, lideró el triunfo de la segunda guerra mundial, convirtió a Estados Unidos en la primera potencia económica, política y militar, logró el pleno empleo, salarios y sueldos altos, el mayor bienestar para los trabajadores y la clase media de su país, creando un mercado laboral que sigue atrayendo a los migrantes. La época de oro que inició, no solo en su país sino también en Occidente, duró hasta la década de los ochenta. ¿Cómo calificar a Roosevelt? ¿Un populista de los buenos? Gobernó para el pueblo y entregó resultados al pueblo.
Hay populistas malos, que sí se merecen el calificativo peyorativo que tiene ahora el término. Es el caso de la república de Weimar en Alemania, que generó el récord mundial de hiperinflación, empobreciendo a todos. Juan Perón en Argentina, que bajo a su país, de potencia al tercer mundo. El primer gobierno de Alan García que terminó con hiperinflación, mayor pobreza e informalidad. Maduro de Venezuela que ha obligado a millones de sus compatriotas a migrar a otros países de la región.
Hay populistas que no lo son, ni buenos ni malos; como por ejemplo Trump y Bolsonaro. Ambos hablan del pueblo, pero benefician a los ricos, son nacionalistas, xenófobos, racistas y homofóbicos. Han derrotado a sus rivales políticos tratándolos como enemigos a los que hay que destruir, atacándolos con mentiras y violencia en las redes sociales y medios, manipulando y engañando a la población de menor nivel educativo y cultural. De acuerdo con Laszlo Andor, dirigente del partido socialista de Hungría, para sacarlos del poder en forma democrática, no sirve de mucho llamarlos “populistas de derecha”.
En el Perú se le viene llamando populista al presidente Vizcarra por atender los reclamos del pueblo. La derecha peruana se ha alejado tanto de la verdadera democracia, que identifica “buen gobierno” solo con crecimiento económico y atracción de la inversión extranjera. Va a tener que modernizarse: hoy el concepto utilizado por los buenos gobernantes en el mundo es el de desarrollo sostenible, que además de la esfera económica, incluye otros aspectos claves: lo ambiental y lo institucional. Es decir, incluye algo del “buen populismo”.
Comparte esta noticia