Para ponernos al tanto con lo acontecido, hace unos días el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables desarrolló el programa “Fuerza sin Violencia” en conjunto con el Ministerio de Defensa. El objetivo, según se expuso, era sensibilizar a más de 210 hombres pertenecientes al Ejército Peruano sobre la importancia de las oportunidades igualitarias entre hombres y mujeres. Junto a la nota, aparecía un grupo de militares vestidos con su uniforme y un mandil de color rosado. Esto generó opiniones distintas.
¿Los mandiles rosados representan algo? Obviamente, de lo contrario no habría tanto alboroto.
Partamos por entender que una de las razones más importantes de la existencia de las fuerzas armadas y la policía nacional, es la de brindar seguridad a los ciudadanos de nuestro país. Por lo tanto, cualquier miembro de una de estas instituciones, más allá de representarse, representa a toda esta entidad pública y a la autoridad que esta conlleva. Entonces, es evidente que no pueden estar expuestos a ninguna situación que ponga en tela de juicio el significado y simbolismo al que representan. Una conducta inadecuada podría costarle a un soldado, la “baja”.
¿Pero qué es una conducta inadecuada?
Durante la época del Mundial del año pasado, hubo una fiebre futbolística desmesurada que se vivió gratamente por todos los rincones de nuestro país. En ese entonces, muchos grupos de personas salieron en los medios de comunicación deseándole suerte a nuestra selección. Las fuerzas armadas no fueron la excepción. Diversos grupos militares salieron con la camiseta puesta (encima del uniforme) gritando a viva voz y con orgullo, “Viva el Perú”. ¿Eso es una conducta inadecuada? No fue visto así, todo lo contrario, algunos pudimos entender que era una expresión de patriotismo.
Entonces, ponerse ropa encima del uniforme parece no ser el problema. ¿Será el color rosado?
Imaginemos que no era nuestra selección la que jugaba el partido. Pensemos que es la final de la Copa Libertadores (campeonato de fútbol de Sudamérica en donde compiten los clubes de distintos países) y que por primera vez el Sport Boys (club peruano del Callao) estuviera peleando por ganarse ansiado trofeo. Esa noche se respiraría fútbol por todas las calles de nuestro país, sin decir del ambiente de fiesta que se estaría viviendo en aquella provincia constitucional porteña. Se ve a un grupo de comandos de la policía, del Callao, con la camiseta del Boys (color rosado) encima del uniforme coreando varias veces “Chimpún – Callao”. ¿Habría indignación? Probablemente no.
No es el color rosado en todo caso. ¿Será el mandil?
Un último ejemplo nos ayuda a continuar apoyándonos en nuestra lógica. Estamos en casa, un domingo, viendo algún documental periodístico en donde se destaca una de las tantas labores admirables de nuestras fuerzas armadas: el apoyo y cuidado a poblaciones vulnerables. En la pantalla del televisor se pueden ver distintos soldados brindando comida a niños y adolescentes con desnutrición en una comunidad. Uno de estos soldados lleva un mandil puesto encima de su uniforme, uno de color blanco pero sucio por la grasa de la cocina. Él está encargado del guiso que se viene cocinando tras una olla comunal que aún sigue caliente por la candela prendida. Nos quedamos contentos, orgullosos de aquella labor tan admirable y loable. Probablemente no haya sorpresa, decepción y mucho menos escándalo.
¿Dónde está la razón de aquellas personas que se indignan con lo ocurrido hace unos días?
Un conocido me dice, “hay algo que tienes que entender, el mandil rosado encima del uniforme militar es algo ridículo, lo ridiculiza”.
“¿Por qué lo ridiculiza?”, le pregunto como para poder entender las razones detrás. “Porque el uniforme es autoridad; simboliza la fuerza, el respeto y la seguridad. Y el mandil rosado lo mancha, ¡arrocha pues!”, me responde seguro de sí mismo.
¿Por qué?, vuelvo a insistir con cuidado para no caer “pesado”.
“Porque es un mandil, porque eso pertenece a la cocina; pero no solo por eso, sino que es rosado… es de mujer pues”.
Una idea que venía escondiéndose detrás de los argumentos aparece, un par de creencias que están inmersas en nuestra sociedad y que hoy no me corresponde juzgar, pero sí dejar una pregunta para que cada quien pueda hacer su reflexión. Dos ideas que siguen latentes entre la mayoría.
La primera, que el mandil rosado pertenece a las mujeres. La segunda un poco más compleja, que “eso” ridiculiza al uniforme y a la institución.
Entonces, una pregunta cae por su propio peso, ¿Tener ambas creencias no es una forma de discriminación hacia la mujer? Una foto controversial, muchas opiniones, un solo diagnóstico. Falta por trabajar.
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