No suelo escribir sobre temas personales en este tipo de artículos ya que mi intención principal es poder ayudar e informar desde el mundo de la psicología; compartiendo lo aprendido a través de los estudios o de mi propia experiencia en el campo laboral. Sin embargo, hace poco viví una situación emocional, vinculada a lo que actualmente estamos viviendo, que decidí no dejar en el armario de los cuentos privados para que pueda salir a la luz por este medio.
Laura y yo nos íbamos a casar el sábado 28 de marzo que acaba de pasar.
El matrimonio para muchas personas puede ser un evento intrascendente o poco relevante para sus vidas. También existen aquellos que esperan con ansias y mucha ilusión este día tan valorado por las películas románticas y poemas de amor. En nuestro caso, veníamos preparando dicho acontecimiento desde varias semanas atrás para poder hacer memorable la celebración de un evento que ya teníamos concretado desde el corazón, meses atrás.
Debido al COVID-19 tuvimos que entrar en cuarentena todos los peruanos y peruanas.
Acatamos sin dudarlo ya que entendimos que era una medida necesaria para poder contener la propagación de este virus que había ido tomando una fuerza catastrófica en países del otro lado del continente. Igual fue una situación difícil al principio, porque era innegable que una ilusión se quebraba y caía al suelo de manera inesperada. Hubo tristeza porque es natural, y quizás un poco más de fastidio. Hasta que pudimos comprender que era necesario ver la situación en su total dimensión.
¿Qué hicimos?
Tomamos la decisión de convertir dicho sábado en un día especial para nosotros. Para que un futuro cuando abramos el baúl de los recuerdos, las lágrimas sean de alegría, de haber podido festejar nuestro amor así sea en privado. El 28 de marzo quedará en nuestra mente como un día en donde nos miramos a la cara y nos prometimos lo que ya antes se había prometido sin usar palabras. Lo hicimos solo los dos, ya que respetamos los límites y la responsabilidad de esta cuarentena; pero no escatimamos en adornar el departamento y regalarnos alguna canción para bailar.
La vida te traerá distintas situaciones que puedan atentar contra tu estado de ánimo, por lo que decidimos compartir contigo nuestra experiencia y algunas enseñanzas que nos dejó este momento:
1.- Permítete sentir pena cuando hay una pérdida. Puede ser la pérdida de algo o de alguien, pero también puede ser la pérdida de algún proyecto o ilusión. En todo caso, conectar con tu pena es saludable porque significa que era algo o alguien importante para ti.
2.- Pon en perspectiva las cosas. Luego de haber sentido esa pena, evalúa la real dimensión de tu pérdida. Nosotros entendimos y sabemos que existen muchas personas en nuestro país que realmente la están pasando muy mal en esta cuarentena. Incluso, que necesitan de nuestro apoyo.
3.- Intenta buscarle el lado bueno a las cosas. Para nosotros, el 28 de marzo no será una fecha triste que recordaremos con amargura o pena. Al final se convirtió en un día lindo donde pudimos disfrutar de lo que sentimos.
4.- Busca ayuda. Si sientes que tu tristeza es más grande de lo que puedas manejar, por favor no dudes en hablarlo con alguien. Es más difícil superar las dificultades emocionales, solo.
Uno aprende cada día algo nuevo, y en esta travesía personal, una psicóloga y un psicólogo entendieron que podían compartir algo de sus vidas con la intención de ayudar.
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