Aunque en el Perú muchas veces, se presentan a los sectores de la agricultura y la minería como antagónicos, las oportunidades de complementación son notables ahora que el país necesita de ambos motores.
La última Memoria del Banco Central de Reserva —con cifras al cierre del 2019— subraya que la minería y la agricultura son las principales actividades económicas primarias en el país, con una participación de 12.9 % y 5.6 % del PBI, respectivamente.
En cuanto a las exportaciones totales del país, la minería participa con más del 60 % (US $29 039 millones), contribuyendo con, aproximadamente, el 20 % de la recaudación nacional de impuestos (S/ 85 000 millones).
El sector agrícola, por su parte, también evidencia indicadores relevantes: emplea el 25 % de la población, siendo, según el Banco Mundial, uno de los países con mayor crecimiento del empleo agrícola en América Latina. Asimismo, la agricultura de exportación superó los US$ 6 359 millones, 13.3 % del total exportado por el país y continúa creciendo, pese a la coyuntura derivada de la COVID-19. También ha aumentado la producción agrícola orientada al mercado interno, manteniendo un ritmo de 2.1 % anual desde 2010.
Dos agriculturas
Por un lado, tenemos un agro principalmente costero, que explica el crecimiento espectacular de las exportaciones del sector con liderazgo mundial en varios productos, como espárragos, arándanos, quinua, paltas, entre muchos otros. Aquí los niveles de productividad, la incorporación de tecnología y la permanente innovación son características visibles.
Por el otro lado, tenemos a la agricultura familiar, en especial, en la sierra y selva del país, con bajos rendimientos por hectárea, escasa tecnología y gruesas limitaciones para incorporarse en las cadenas de valor hacia el mercado local y, menos aún, al mercado externo. El 80 % de los alimentos que consumimos en el Perú provienen, justamente, de la agricultura familiar, que involucra el 79 % de los 3.8 millones de trabajadores agrícolas del país.
Dos minerías
Coexisten, asimismo, dos minerías. La primera, formal, que con su crecimiento aporta directa e indirectamente a las comunidades de su zona de influencia; la segunda, informal, nociva para las comunidades y altamente contaminante.
Puntos de conflicto
La minería y la agricultura compiten por los mismos recursos: tierra, agua y mano de obra.
Posibilidad de contaminación ambiental de las zonas de influencia de la actividad minera.
Insuficiente coordinación entre las empresas y las comunidades campesinas con la intervención del Estado.
Según el reporte 2020 del BBVA Research, el 43 % de los conflictos sociales se han localizado en el sur del país, donde se concentra el 74 % de la producción minero-metálica.
Buenas prácticas
Agroideas: financiamiento de packing a 76 agricultores de La Libertad, quienes se asociaron a partir de la producción de espárragos en 70 hectáreas. Hoy están capacitados, han adquirido tecnología de las empresas exportadoras de la zona, ampliaron su portafolio de productos y se están enfocando a la exportación.
Antamina: recuperación de prácticas ancestrales en el cultivo de 110 variedades de papa nativa en localidades a 4 000 metros de altura y la participación de más de 1 000 familias de agricultores.
Implementación de más de 2 000 hectáreas para la actividad forestal con la participación de 60 localidades.
Evidencia del impacto positivo del binomio agricultura-minería
La misma fuente citada del BBVA, compara las zonas con conflictos sociales de aquellas que nos los tienen. Concluyen que, en este segundo grupo, la pobreza extrema se redujo más, se registra un mayor ingreso per cápita, menor analfabetismo y mejor índice de desarrollo humano (IDH). Asimismo, el PBI agrícola subió significativamente en las zonas de influencia minera, como Cuzco (23 %), Arequipa (20 %) o Áncash (19 %).
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