Mucho se ha escrito sobre la familia y los modelos familiares, sobre cómo se relaciona la familia con la cultura y sobre cómo la familia no es una entidad estática e inmóvil, congelada en la intemporalidad, sino una entidad dinámica y adaptativa que vive en el flujo de la historia. La reflexión es útil: parece que la familia quiere adquirir un nuevo significado en el contexto de la pandemia por COVID-19. La antropología de los afectos y la filosofía práctica disciernen la concepción de la familia moderna: renombrados filósofos han aportado a la comprensión histórico-crítica de la familia.
Dice Hegel, por ejemplo, que la familia es un logro importante en el proceso civilizatorio: la familia es básica para la sociedad porque en ella se fragua a los nuevos individuos que, adiestrados desde muy temprano en los usos sociales, más tarde se reintegrarán a la comunidad con la conciencia madura de los valores comunitarios: el recién nacido es recién venido ignorante de todo, es el recién llegado a una comunidad ya constituida que lo acoge desde el primer momento, pero cuya configuración y valores ignora: la familia es el primer canal de aprendizaje.
Solo en tanto socializa y aprende progresivamente los usos, costumbres y valores vigentes de la comunidad, adhiriéndose a su práctica y velando por su conservación crítica y reflexiva, el individuo trasciende la esfera de la familia y descubre la comunidad como nuevo horizonte de realización vital.
La familia y la sociedad hacen al mundo del espíritu: Hegel comprende a la familia no solo como la pequeña comunidad afectiva de sus miembros, sino también como agente económico, social, ético y político.
La familia es agente económico porque tiene que proveerse y aprovisionarse de los recursos mínimos indispensables para el cuidado y la buena salud de sus miembros: los padres alimentan y visten a los hijos, al tiempo que velan por su integridad física y mental. En la medida en que tiene que producir la riqueza mínima indispensable para la manutención biológica de sus miembros, en esa medida puede ser comprendida acertadamente como agente económico. Pero no se trata solamente del cuidado de la vida biológica, sino del cuidado de la vida humana en un sentido integral, que comprende las necesidades sociales, espirituales, estéticas.
Para Hegel la familia también es agente social, no solo porque es microcomunidad, sino porque tiene lazos que la vinculan con otras personas y con otras instituciones sociales: la escuela, los espacios de aprendizaje, los espacios de rito y de culto, etc.: lejos de permanecer inmóvil, atómica y aislada, la familia interactúa con otros actores y agentes sociales.
Finalmente, la familia es agente ético: aporta la base formativa para la temprana autocomprensión humana individual; el individuo modela su identidad en el seno familiar, a sabiendas de que, de hecho, hay otras familias y que la comunidad, así como no es el conglomerado de individuos, tampoco es el conglomerado de familias y grupos familiares. La familia forma. El hijo se hace ciudadano. La ciudadanía es la comunidad.
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