Luego del aclamado cierre del Congreso, un nuevo gabinete trajo consigo a una joven ministra a la opinión pública. El pesimismo, por ejemplo, de quien imprudentemente ve a Vizcarra como un dictador, no tardó en criticar el señalamiento, dando presagios oscuros para una economía que se pretendía en la misma línea de incertidumbre en que se encontró la política nacional a inicios de la semana pasada.
Los eventos fueron claros y no queda duda de que el Congreso se cerró a sí mismo con la actitud nefasta de espaldas al pueblo que caprichosamente sostuvo de modo lejano al ideal de su función pública sagrada. Aunque la sedición y usurpación de poderes es un tema pendiente, no podemos dejar de preguntarnos ¿Por qué se criticó a la nueva Ministra de Economía y Finanzas?
¿Es acaso un oportunismo de la oposición? No cabe duda que cualquier excusa es buena para amenazar la estabilidad del enemigo político. Sin embargo, el malestar de los que acusan de golpista al presidente constitucional no podría encontrar razones de fondo para culpar de ningún asunto a la nueva Ministra de Economía y Finanzas, quien es ajena a las pasadas tribulaciones de los poderes del Estado.
¿Es entonces, porque es joven? Precisamente el afán de disolver un Congreso que resume el fracaso de nuestra reciente historia política, ¿no se remite, precisamente a deshacer la corrupción como vieja forma, en donde, precisamente, lo joven podría desenvolver un esencial papel? ¿Es entonces posible acusarle de falta de experiencia cuando su labor anterior fue, precisamente, en el Ministerio de Economía y Finanzas? Difícilmente puede ser un problema cuando su labor no reporta ninguna anomalía que resalte.
¿Será, pues, por ser mujer? ¿Ha demostrado la mujer ser de menos calibre que el hombre, en política? Los funcionarios públicos, y cualquier papel social, deben ser valorados de acuerdo al mérito de la eficiencia y la plenitud de su realización, considerando que los medios no contradigan los principios en la búsqueda de los fines. En otras palabras, debemos estimar el buen papel de los individuos de acuerdo a sus capacidades. No otra cosa: cualquier diferencia, sea de raza, género, edad, o creencia religiosa, es absolutamente irrelevante para lo objetivo de la realización adecuada de su labor.
¿Es criticada porque su padre mantiene una amistad con el presidente Vizcarra? Difícilmente, debido a que los méritos propios de la Ministra demuestran los alcances de sus capacidades, y por lo demás, no es extraño que un gabinete ministerial tenga cargos de confianza, especialmente, en tiempos tan traicioneros.
¿Podrá ser, entonces, por la labor que ha tenido como Ministra de Economía y Finanzas? Esto sería absurdo, debido a que las críticas se dieron a las horas de su elección, de modo que restaría postular que las críticas a la ministra María Antonieta Alva Luperdi se perfilan en cuanto no se deposita la confianza en ella, mediante una proyección al futuro, de modo especulativo, debido a que todos carecemos de la experiencia de lo que supone su gestión.
El problema crónico de nuestras instituciones es que endiosamos el nombre y olvidamos la esencia del cargo; a la Ministra de Economía y Finanzas se le podrá criticar por ser mujer, joven, por ser cercana a Vizcarra, o porque su nombramiento se da en un evento tan infeliz para el fujiaprismo pero, en todo caso, se olvida de que ella tiene credenciales y virtud para desempeñar un cargo determinado que ocupará otra persona eventualmente. Hacer juicio previo, valiéndose de especulaciones resulta injusto para el hecho, y articular una crítica en los supuestos mencionados, como notamos, carece de contenido concreto.
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