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¿Qué disfrazamos este Halloween?

A propósito de la próxima celebración del Halloween, exploramos el tema de la apropiación cultural

El 31 de octubre se celebra el día de la canción criolla. A esta fecha le suele seguir la devoción por el Señor de los Milagros, uno que otro temblor, y que las tiendas empiecen a decorar sus estantes anticipando la Navidad. De la misma manera, algunas reflexiones públicas y privadas sobre la pertinencia de la celebración de este día o de Halloween. Para los más pequeños, esta última suele ser una fiesta importante, que esencialmente significa muchos dulces, tener una aventura diferente de su día a día, y apoderarse del espacio público de manera, más o menos, segura.

Celebrar el Halloween para nosotros, “los grandes,” significa algunas otras cosas y genera algunas otras reflexiones. Entre feriados y otros, nos da la oportunidad de romper con nuestra rutina también, y celebrar con los amigos en espacios mucho más distendidos. Nuestros disfraces pueden ser tan osados como lo estimemos, además de muy creativos. Además, algunas fiestas de Halloween son amenizadas con música criolla, con lo que las celebraciones son múltiples. Es importarte, sin embargo, recordar que no todos los disfraces lo son. Y sí, la línea entre lo válido y lúdico, y lo problemático puede ser muy delgada así que vamos a conversar sobre apropiación cultural.

| Fuente: Freeimages

El Perú es un país multiétnico. Esto quiere decir que sobre su territorio conviven diversos grupos étnicos con un set de reglas y convenios culturales particulares: formas de vestir, formas de hablar, reglas de convivencia y formas de relacionarse. Nuestra sociedad, sin embargo, es muy compleja. Nuestro proceso histórico y social se ha consolidado sobre el estándar de que Lima, y sus propias convenciones culturales, son el estándar sobre el cual se deben mirar los demás. En otras palabras, lo limeño es lo familiar, lo “normal” o deseable. Mientras tanto, lo “étnico” y todo aquello que no se condice con lo criollo es lo marginal o periférico. Más aún, desde Lima (y desde hace mucho antes) le hemos asignado significados negativos y aminorizantes. Por ejemplo, el caminar de mujeres andinas utilizando polleras y llicllas en la ciudad de Lima nos lleva a imaginar una narrativa particular. De la misma manera, el de mujeres shipibas en su traje tradicional cotidiano. Si nos imaginamos sus historias, probablemente, estas incluyan elementos de pobreza, desempoderamiento, limpieza y otros. Comúnmente, la imagen de sus trajes hace que las asociemos con estos elementos casi automáticamente. Pensamos en un joven afrodescendiente con dreadlocks (“rastas”) o un señor (jefe) awajun con su adorno de cabeza (comúnmente llevan plumas). La relación que establecemos en nuestro imaginario también es negativa, ¿verdad?

Lo cierto es que todos los grupos étnicos tienen artefactos, prácticas, caracterizaciones, códigos estéticos, instrumentos culturales y/o elementos de su folklore que a los ojos del grupo que sostiene el poder (Lima y en general, ciudades principales) son elementos desvalorados. Recordemos a las congresistas Hilaria Supa, Paulina Arpasi, o Tania Pariona. ¿Cuáles fueron algunas de las narrativas que construimos alrededor de ellas por su elección de vestimenta, o partes de esta, durante su tiempo en el Congreso?

Sin embargo, estos elementos solo son negativos cuando “ellos” los utilizan. Los dreads, el uso de trajes tradicionales, por mencionar solo dos ejemplos, son elementos que diversas poblaciones valoran de una manera muy profunda porque los acerca a raíces ancestrales y tienen significados fundamentales para ellos mismos y como colectivo. ¿Qué dice de nosotros como sociedad que nos parezca correcto tomar estos mismos elementos por los cuales los miramos hacia abajo y los utilicemos como accesorio o como disfraz un día al año? ¿Qué dice de nosotros como personas que todo el año asociemos elementos étnicos con lo negativo pero que, de pronto, estos elementos adquieran valor solo cuando nosotros los utilizamos?

Celebremos este 31 de octubre: Halloween, el día de la Canción Criolla o el feriado. Evitemos, si, disfrazarnos de nuestros peores demonios: desigualdad social, marginalización o apropiadores culturales.

NOTA: “Ni el Grupo RPP, ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma.

Experta en análisis político social sobre el estatus de poblaciones minoritarias. Especialista en políticas de etnicidad en países andinos y consultora sobre enfoque de género e intercultural. Docente e investigadora de la Universidad del Pacífico. Magíster en Derecho por la Universidad de Pensilvania y en Estudios Latinoamericanos por la Universidad del Sur de la Florida.

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