Una de las preguntas que hago a mis alumnos de Ciencia Política cada ciclo es cuántos profesores afroperuanos han tenido en su vida. La mayoría de ellos no supera los 22 años, así que la escuela es aún su marco de referencia. La respuesta suele ser 1 o 2 profesores afrodescendientes, si acaso. Me toca regresar entonces con: No vale si están pensando en profesores de educación física o de danza. Les sorprende mucho la pregunta, y más aún sus propias respuestas. La siguiente pregunta los conflictua todavía más: ¿Qué aprendieron sobre la población indígena en sus clases de historia o estudios sociales? La respuesta suele hacer referencia a hitos históricos importantes o a grandes generalidades, especialmente sobre las culturas inca y preinca. Casi nadie aprendió (o a casi nadie le enseñaron) que la población indígena no es un grupo homogéneo de personas, que la población indígena amazónica existe y que en el territorio peruano hay pueblos en aislamiento.
Durante la última clase pensamos sobre el país que queremos. ¿Cómo sería el Perú si efectivamente incluyera las voces de todos y todas? Pregunta que, obviamente, todavía tenemos que hacer en condicional. ¿Cómo sería? ¿Cómo se vería? ¿Quiénes serían los sujetos de las políticas, y a quiénes beneficiarían estas?
Estas preguntas son especialmente relevantes a puertas del Mensaje a la Nación, el tradicional discurso presidencial por Fiestas Patrias, un balance de la gestión actual, las metas y planes del Gobierno, para construir un proyeto de país.
Este acontecimiento político, luego del cual desmenuzamos “la posición” del Ejecutivo sobre diversos temas, es el texto que luego utilizan los sectores del gobierno y activistas para justificar y fundamentar acciones y compromisos. Este suele resaltar lo bueno del Perú y marcar una hoja de ruta respecto de lo pendiente. A veces, inclusive, hace un mea culpa sobre lo que pudo mejorarse. La inclusión social suele ser parte de esta autocrítica, así como la reducción de las brechas de pobreza y participación política. En ocasiones, la palabra invisibilidad logra colarse. Lamentablemente, una agenda concreta para los peruanos y peruanas que no responden a la categoría “mestizo” en los censos nacionales brilla por su ausencia. Pese a sus casi 200 años de vida republicana, la nación aún carece de una propuesta que busque asegurar la reivindicación, promoción y protección de los derechos de las múltiples minorías étnico-raciales que la conforman.
¿Cómo sería la nación peruana si todos y todas realmente hiciéramos parte del proyecto país? ¿Qué cambiaría si incluyéramos todas las voces?
Dejaría de ser excepcional ver personas indígenas, andinas, amazónicas o personas afrodescendientes en espacios de toma de decisión. Con ello, las nuevas generaciones de estas comunidades tendrían más referentes públicos positivos en quién inspirarse o a quién emular. La representación de estos grupos en medios de comunicación dejaría de ser negativa o como objeto de broma. Las políticas públicas incluirían su mirada y perspectiva. Y los textos escolares los incluirían como actores y protagonistas de la construcción de la nación, en vez de cómo accesorios.
Este 28 de julio escucharemos, una vez más, un mensaje presidencial. Un discurso que sin duda estará influenciado por la tensión política y el panorama económico, bajo el cual el eco de las voces de estas minorías estará, una vez más, a la espera de ser escuchado y reinvindicado en la agenda del país.
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