A diferencia de muchas otras capitales latinoamericanas, Lima se encuentra geográficamente lejos de las fronteras peruanas. La ciudad de Santiago se encuentra cerca de la frontera con Argentina (200 km), Buenos Aires se encuentra a pocos kilómetros de Uruguay (40 km) y La Paz tiene muy cerca al Perú en el oeste (100 km) y a Chile en el suroeste (220 km). La capital peruana, en cambio, está a por lo menos 1400 km de distancia de la frontera con Ecuador, Chile o Bolivia.
A mi parecer, este factor ha contribuido mucho a que los limeños conozcan muy poco a las personas de otros países de la región. Mientras que los santiaguinos se pueden encontrar con un notable número de ciudadanos argentinos y los bonaerenses con visitantes uruguayos, los limeños no gozan de un contacto significativo con ecuatorianos, bolivianos o chilenos, lo que los ha alejado del contacto con ciudadanos latinoamericanos en general. Un tacneño conoce mucho mejor el carácter, los gustos, las palabras y las tradiciones de un chileno que un limeño, pues trabaja y convive con él casi todos los días. Un limeño promedio, en cambio, carece de este roce internacional y se encuentra más susceptible a la imagen estereotipada que el nacionalismo difunde sobre los extranjeros.
También tengamos en cuenta que entre las prioridades de los limeños no se encuentra la de visitar Chile, Ecuador o Bolivia (y mucho menos la idea de cruzar la frontera por tierra). Si alguna vez se ha hablado de “hermandad latinoamericana”, es muy posible que esta se encuentre más viva entre los peruanos de Tacna, Tumbes y Puno –departamentos que limitan con otros países– que entre los peruanos de la capital.
Ahora que Lima cumple un nuevo aniversario, los limeños deben reconocer que la capital peruana forma parte de una realidad mucho más amplia y compleja de lo que hasta ahora había creído. La presencia del gran número de venezolanos que ha llegado a la ciudad debido a la crisis que vive su país es un ejemplo de ello: Lima se encuentra dentro de un continente y lo que ocurre dentro de él puede tener consecuencias directas en nuestra vida cotidiana. Por esta razón, es necesario que la capital tome en cuenta el lugar que tiene ante el país sino ante la región. Una región, además, que no solo está hecha de crisis –como a veces nos hacen creer las noticias– sino de una amplia variedad cultural, social y lingüística. Mientras más seamos conscientes de esta circunstancia, mucho mayor provecho podremos sacar de ella.
Gracias a los venezolanos, Lima vive una especie de redescubrimiento. Sus palabras, su acento y sus comentarios sobre la vida en la ciudad nos han permitido conocer de una manera nueva nuestra ciudad. Algo similar podría ocurrir si la capital se acerca a los bolivianos, ecuatorianos, chilenos o brasileños, con quienes hay muchos aspectos en común pero también importantes diferencias que no conocemos. Diferencias que pueden sorprender, pero también acercar porque, a la larga, nos enseñan una nueva manera de vivir y de ser limeños.
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