“Mientras en nuestras universidades seguimos debatiendo sobre la naturaleza y alcance de los cambios que son necesarios para responder a los retos de ayer, el mundo a nuestro alrededor cambia y se transforma de manera vertiginosa”.
Ramón Jordi Moles Plaza. Universidad Autónoma de Barcelona
Actualmente atravesamos por una etapa de disminución en el número de contagios por la COVID-19, aunque la pandemia está lejos de terminar en el corto plazo. Es más, deberíamos estar pensando en cómo anticiparnos a la segunda ola. No obstante, en las calles la gente ha retomado sus actividades cotidianas en búsqueda de paliar la crisis económica que se vive.
En paralelo, el panorama político ha estado muy movido los últimos días a raíz del proceso de vacancia a Martín Vizcarra y la posterior presidencia de Manuel Merino, que provocó multitudinarias marchas de protesta lideradas por los jóvenes para pedir su renuncia, la misma que se logró en menos de una semana.
Ahora con Francisco Sagasti en el Poder Ejecutivo, quien tiene un perfil profesional y académico interesante, afrontamos meses cruciales de cara a la conmemoración del Bicentenario y a la celebración de un nuevo proceso electoral en el que escogeremos a un nuevo presidente y congresistas para el periodo 2021-2026, quienes tendrán como reto la recuperación económica del país. Lastimosamente, aquí llama la atención la casi nula institucionalidad política partidaria y que varios de los candidatos que lideran las encuestas sean invitados recientes en los partidos por los que compiten.
Ante una crisis de partidos políticos y de representatividad parlamentaria, cabe preguntarse cuál debería ser el rol de nuestras universidades en la política nacional. Es cierto que recientemente ha aparecido una oferta de carreras profesionales y de posgrado en ciencia política y en gestión pública, pero nuestras instituciones de educación superior no deberían limitarse solo a ofrecer programas académicos sino a tener una participación más activa en la política del país.
Siempre nos quejamos de que el espacio de representación política está siendo tomado, en muchos casos, por personas que no tienen ni la formación ni la vocación de servicio público que se esperan de un político. Justamente, en la actualidad, la reputación de la política profesional no es la mejor entre los jóvenes universitarios, quienes la asocian a intereses particulares y egoístas, pero no como una opción que se alinea con intereses sociales más importantes.
La política interna en las universidades particulares es casi inexistente y salvo las conocidas facciones políticas insertadas en algunas universidades públicas durante años, en general las autoridades universitarias han preferido mantenerse al margen de cualquier medida que aliente una participación en el debate político entre sus alumnos. Esta decisión posiblemente obedece al temor que generan los recuerdos de las paralizaciones y tomas de campus en la década de los ochentas e inicios de los noventa.
Sin embargo, es importante mencionar que las universidades no pueden seguir viviendo de espaldas a nuestra realidad como país. Las autoridades universitarias, los maestros, los alumnos, egresados y graduados tienen una gran responsabilidad frente a los retos que se nos plantean como sociedad debido a la formación que tienen. Ellos están llamados a liderar el debate de propuestas técnicas y elevar el nivel de exigencia para los temas abordados por los candidatos durante su campaña. También es importante que los partidos políticos renueven sus cuadros con profesionales jóvenes y capaces que estén dispuestos a asumir el cambio y cambiar el rostro de la política nacional.
Como reflexión final, debemos recordar que sin solidaridad y compromiso con los temas nacionales no hay futuro sostenible. Hoy más que nunca es indispensable que la Academia genere espacios de diálogo y tenga una postura más activa en temas políticos para mejorar el debate sobre los aspectos realmente relevantes para el desarrollo de nuestro país. De esa forma los jóvenes mejor preparados del país podrán encontrar un ambiente propicio para desarrollar una vocación política que les permita en un futuro cercano asumir las riendas del país y dar una luz de esperanza sobre el panorama político actual que es bastante sombrío.
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