El mundo ya cambió. Dramáticamente. ¿La causa? Un virus que mutó de los animales silvestres a los humanos. Nuestra incapacidad de entender la interdependencia que tenemos los seres vivos unos con otros y con nuestros hábitats.
Lo bueno de que esto suceda al mismo tiempo y en el planeta entero, es que no hay ideologías, modelos económicos o religiones a quienes culpar del desastre. Es verdad que el murciélago o pangolín se lo comió alguien en China, pero la realidad es que en todo el planeta cada día se manipula de manera irresponsable una especie silvestre que después muta en algo que nos perjudica. Ébola, influenza, HIV o sida, Covid-19 o coronavirus. Mismo patrón.
Esta vez, la meteórica escalada global del virus ha generado que la mayoría de los gobiernos del planeta hayan establecido, de distintas maneras, cuarentenas para asegurar el distanciamiento social, y así dilatar el contagio de modo que los servicios de salud puedan atender la demanda de pacientes.
La libertad individual, defendida en guerras y leyes por siglos, hoy se ve recortada por decisiones de gobiernos de todos los colores e ideologías. La economía se afecta con esta decisión día a día de manera incalculable. Muchas empresas quebrarán y se perderán millones de empleos. Los costos directos e indirectos durarán por décadas. Pese a ello, todo esto se viene haciendo para salvaguardar la vida y la salud, y el consenso al ver los noticieros cada noche es que la mayoría estamos de acuerdo y aplaudimos. Esto lo que nos toca hacer en este momento como humanidad. Es lo correcto. Quedarse en casa. Los gobiernos han demostrado, a distintas escalas, que pueden tomar las decisiones más duras cuando el interés público más preciado está en peligro. Sus ciudadanos en su inmensa mayoría lo entienden, aceptan, exigen y acatan.
Pero, entonces ¿por qué en otras esferas nos cuesta tanto tomar decisiones que también sabemos afectan severamente la vida, la salud y nuestra propia supervivencia como especie?
Tenemos información científica contundente sobre el cambio climático, que nos habla de decisiones urgentes que se mediatizan o postergan por no afectar la economía. Tenemos información sobre los efectos de la manipulación irresponsable de fauna silvestre, sea para mercados de mascotas, pieles o carne que generan epidemias y ahora pandemias. La contaminación del aire y de las aguas marinas y continentales degrada peligrosamente nuestro planeta. La vida y salud de miles de millones de personas y de seres vivos peligra día a día por la falta de decisión para resolver estos temas.
El distanciamiento social es duro, a todo nivel. La esencia humana es formar una comunidad. Así empezó todo. Esa esencia es la que motivó el amor, la familia, la solidaridad y empatía, las culturas, los territorios, las naciones, el derecho o la economía. Nuestra esencia como humanidad ha sido integrarnos en comunidades. Lamentablemente, nuestra esencia ha sido también promover y alargar las desigualdades, competir en vez de compartir.
Es un castigo muy duro vivir distanciados, pero debemos hacerlo. Este distanciamiento, sin embargo, es nuestra mejor oportunidad para acercarnos a la naturaleza. Para entenderla, respetarla y, sobre todo, tomar decisiones que nos permitan que la naturaleza sea segura y hermosa para todos los seres vivos. Ya nos demostraron los gobiernos que se pueden tomar las decisiones más duras para proteger la vida y la salud.
La historia nos habla que las culturas, el derecho y la economía se reinventaron muchas veces a través del tiempo. No me quedan dudas de que estamos viviendo un tiempo donde nuevamente eso pasará. No perdamos de vista la esencia del colapso actual, que ha sobrevenido por no entender la manera en que funciona la naturaleza y la interdependencia de todos los seres vivos.
Queda claro en esta crisis, que toda la humanidad integra una sola y gran comunidad. El territorio de esa gran comunidad se llama planeta. La salud del planeta es también la nuestra. Hay que cuidarlo mejor. Hay que entenderlo.
Qué el distanciamiento social nos acerque a nuestro planeta y a su naturaleza. Y que nuestros gobiernos sigan tomando decisiones que aseguren su viabilidad en el largo plazo.
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