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El enemigo silencioso: los trastornos de alimentación

Los trastornos de alimentación son un enemigo silencioso, ya que se van instalando poco a poco, sigilosamente, como quien no se da cuenta. Para la persona que lo está viviendo, hasta que logre una conciencia de enfermedad, un darse cuenta de hasta donde se ha llegado, pasará mucho tiempo, e incluso puede ser tarde.

El mundo de hoy nos ofrece muchas alternativas para “ser felices”, pero varias son engañosas. Detrás de muchas propuestas de la sociedad, de los medios de comunicación y de las redes sociales, hay algunas ideas distorsionadas, como la asociación que existe entre delgadez y éxito, entre el cuerpo perfecto y la felicidad. Estamos en la cultura de la perfección, en la que el ideal es tener una imagen sin ningún defecto: no se permiten gorduras, arrugas, ningún tipo de imperfección.

Es así como muchas personas se inician en el infierno de los trastornos de alimentación, en especial los adolescentes, que es la población más vulnerable dado que es un periodo de la vida en el cual la imagen corporal sufre muchos cambios y hay mucha presión social y preocupación por la apariencia física. En busca de esa imagen perfecta, de ese selfie al que hay que ponerle filtro para salir bien, muchos adolescentes (incluso algunos niños y niñas) se van metiendo poco a poco en un laberinto sin salida. La preocupación por el peso y por la imagen corporal se vuelve una obsesión que marca los pensamientos y conductas de todo el día.

Los trastornos de alimentación son un enemigo silencioso, ya que se van instalando poco a poco, sigilosamente, como quien no se da cuenta. Para la persona que lo está viviendo, hasta que logre una conciencia de enfermedad, un darse cuenta de hasta donde se ha llegado, pasará mucho tiempo, e incluso puede ser tarde. Igual pasa con los familiares, los padres por ejemplo suelen darse cuenta cuando el trastorno está ya instalado.

Los trastornos de alimentación son un enemigo silencioso, ya que se van instalando poco a poco, sigilosamente, como quien no se da cuenta.
Los trastornos de alimentación son un enemigo silencioso, ya que se van instalando poco a poco, sigilosamente, como quien no se da cuenta. | Fuente: Freeimages

Empecemos teniendo en claro qué son los trastornos de alimentación y cuáles son sus características: son trastornos de la conducta alimentaria (cuánto comes, en qué horarios, qué tipo de comida ingieres), con una base psicológica que lleva a obsesionarse por el tema del peso y de la imagen corporal (con una búsqueda permanente de una imagen ideal). Los más frecuentes son:

* Anorexia: es restrictiva. La persona deja de comer progresiva o drásticamente.
* Bulimia: la ansiedad provocada por el hambre lleva a comer por momentos en exceso (atracones) y posteriormente a conductas purgativas: vomitar, tomar laxantes o diuréticos, hacer ejercicio en exceso.
* Comer compulsivo o trastorno por atracón: la ansiedad lleva a comer en exceso, exageradamente y con descontrol, hasta sentir realmente malestar físico estomacal, pero no se llega a conductas purgativas.
* Vigorexia: obsesión por desarrollar un cuerpo con musculatura.
*Ortorexia: obsesión por comer solo comida saludable.

En todos estos trastornos, la preocupación por el aspecto físico se convierte en una obsesión que gobierna toda la vida de la persona: no puede dejar de pensar en su imagen corporal, en cómo se ve, en lo que come o no come; y esto impacta en sus relaciones con las demás personas, ya que deja de lado aspectos importantes de su vida social (puede aislarse al estar centrada en su problemática, o al tratar de que los demás no se den cuenta de lo que está haciendo).

Algo que es bien importante tener en claro es que el problema no es la comida; la conducta alimentaria inadecuada (no comer, comer poco, o comer en exceso) es solo el síntoma. Detrás de esta conducta hay una serie de conflictos psicológicos que tiene la persona que está pasando por esta situación: ansiedad, depresión, baja autoestima, temor a crecer, obsesiones, entre otros.

Si bien en nuestro país no hay muchos estudios al respecto, con una estadística actualizada, sí se ve un aumento en la incidencia de casos de personas que están presentando trastornos de alimentación. Por lo general, estos casos se han disparado más en el sexo femenino, pero también van en aumento los trastornos de alimentación en los varones. La proporción estimada es de un varón por cada diez mujeres lo padecen.

Una pregunta importante es por qué algunas personas desarrollan este tipo de trastornos y otras no. Se ha encontrado que es un problema psicológico multifactorial, es decir, producto de la combinación de varios factores:

  • Factores personales: referidos a características propias de la persona, como condiciones biológicas o rasgos de personalidad que predisponen a estos trastornos. Por ejemplo, personas ansiosas, obsesivas, impulsivas, con baja autoestima.
  • Factores familiares: problemas de comunicación, malas relaciones con los padres, opiniones de los padres sobre partes del cuerpo o el peso de sus hijos, expectativas muy altas de los padres sobre los hijos, rigidez en las relaciones familiares.
  • Factores sociales: entorno en el que se valora excesivamente el aspecto físico, influencia de las amistades, presión de grupo, costumbres sociales.
  • Factores culturales: medios de comunicación que promueven la imagen de la mujer delgada y el hombre atlético, la moda de la delgadez (promoción de dietas y productos adelgazantes como un factor saludable), y la creencia de que el éxito y la felicidad van de la mano con la forma del cuerpo.

Frente a esta realidad, ¿qué podemos hacer para prevenir un trastorno de alimentación?

  1. Estar bien informados: conocer de qué se tratan. Estar al tanto también de lo que nuestros hijos consumen en internet. Hay unas páginas que promueven la extrema delgadez y dan una serie de recomendaciones nocivas a los(as) jóvenes para adelgazar rápidamente y para ocultar lo que están haciendo (se puede buscar en internet como MÍA y ANA).
  2. Reforzar la autoestima de los niños(as) y los(as) adolescentes, enseñándoles a quererse y a cuidarse, aceptándose como seres humanos valiosos.
  3. Cuidar los mensajes que les damos. Refutar creencias de la sociedad actual como por ejemplo el mensaje de que para ser exitoso y feliz tienes que ser delgado.

  4. Estar alertas a las señales. Hay conductas que nos pueden indicar que se está gestando o que ya se puede haber instalado uno de estos trastornos. Cambios constantes de humor, cambios en las rutinas alimentarias, ir al baño y demorarse en exceso luego de haber ingerido alimentos, cambios bruscos en el peso (delgadez progresiva, o bajadas y subidas de peso constantes), entre otras señales que nos pueden indicar que se necesita ayuda.
  5. Buscar ayuda lo antes posible. No relativizar las señales de alarma. La ayuda profesional implica (dependiendo el grado del trastorno) un abordaje multidisciplinar: psicológico, psiquiátrico y nutricional. Los trastornos de alimentación son muy serios y pueden llevar inclusive a la muerte.

Lo ideal es adoptar un estilo de vida saludable, que nos permita disfrutar de la vida, buscando un equilibrio entre la salud física, emocional y social. Es bueno cuidarse y querer verse bien, es parte de la autoestima, pero cuando se pasa el límite y la imagen corporal se convierte en una obsesión se inicia un viaje sin posible retorno.

NOTA: “Ni el Grupo RPP, ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma.

Conductora de "Sin Vueltas" programa radial de RPP. Psicóloga clínica y educacional, Magíster en Docencia Universitaria. Terapeuta familiar sistémica en contextos educativos. Autora de libros de autoayuda para niños y adolescentes.

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