
Paisano, paisana, cuando se habla de Cristóbal Colón, sobre todo cerca del 12 de octubre, lo primero que se dice es que fue el intrépido navegante genovés. Pero, si miramos con calma la historia, veremos que su objetivo no fue descubrir un continente, sino algo mucho más básico y más importante: abrir un camino para comerciar.
Me explico. En 1492 Europa sufría un problema muy serio. Los otomanos habían cerrado las rutas por donde desde siglos viajaban comerciantes como Marco Polo para traer del Asia productos vitales: comino, pimienta, canela, que no eran lujos, eran indispensables para conservar y dar sabor a las carnes.
Su escasez disparó los precios. Valían más que el oro. Y allí Colón, con visión de lo que hoy llamaríamos marketing, pensó: 'hay una necesidad insatisfecha. Busquemos la oportunidad para resolverla'. Y es por eso que se lanzó a cruzar mares desconocidos, donde las leyendas hablaban de monstruos que se devoraban a las naves. No buscaba figurar en el Guinness de 1492, ni demostrar teorías científicas, sino que, con sus grandes dotes de vendedor, más bien convenció hasta la reina Isabel de empeñar sus joyas para financiar una aventura que, además, esta reina, como nos cuentan los manuales escolares, lo hizo para llevar la fe cristiana a otros lugares. Vaya usted a saber.
Así podemos decir que Colón, más que un navegante, fue uno de los comerciantes más influyentes del planeta. Lo extraño es que, habiendo cientos, miles de monumentos en su honor, en ninguno de ellos tiene una placa donde se escribe su verdadero título: el de gran comerciante.

Y aquí, aquí viene lo nuestro, paisano, paisana. En el Perú actual, el comercio representa el 18 % de la fuerza laboral peruana. Eso significa que casi uno de cada cinco trabajadores se dedica a unir la producción con el consumo, con la misma visión práctica que tuvo Colón hace más de cinco siglos.
Dar una mirada positiva a esta historia es, entonces, reconocer que el comercio movió el mundo entonces y lo sigue moviendo hoy. Desde los bodegueros de barrio hasta quienes trabajan en mercados, en quioscos o en tiendas por departamento, son ellos quienes mantienen viva la circulación de bienes y de ideas. Y los que hacen que usted, paisana, paisano, tenga a su disposición ese arroz que necesita, esa blusa que le gusta o ese tractor que le sirve tanto.
Entonces, la reflexión es clara: ¿Qué podemos hacer usted y yo, paisana, paisano, para darle más valor y orgullo a nuestros comerciantes, que son trabajadores protagonistas del cambio y del desarrollo de la sociedad?
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