A puertas de conmemorar el Día Internacional de la Mujer, la violación y el asesinato de Camila de 4 años, eleva a 30 la cifra de feminicidios en lo que va del año. Como si no fuera suficiente, mientras usted lee este breve artículo otra niña o niño está desapareciendo y puede ser nuestro familiar o de la vecina.
Es otra pérdida más que nos conmueve e indigna, que puede sacar de nosotros reacciones crueles que revelan nuestros prejuicios y machismos más profundos contra Mirella, la madre de Camila. Las redes sociales y la prensa basura solo han reforzado los mismos argumentos con lo que critican a las mujeres del mundo del espectáculo: Ella prefirió ser mujer a madre y por lo tanto según algunos debió ser violada y asesinada en vez de su hija. Convertida en monstruo, Mirella de tan solo 22 años es sancionada moralmente porque se fue de fiesta y dejó a sus dos hijas al cuidado de un familiar. Dicen que es culpable, que deben quitarle a su otra hija y enviarla a la cárcel.
Nadie puede imaginar lo que significa perder a una hija, nadie habita el corazón de Mirella para saber de sus sentimientos. Ella ha perdido a su hija -todos hemos perdido- y lo que sucedió puede pasarle a cualquiera. Pero no todo es vómito, las redes han circulado conmovedoras historias de hijas, que como usted o como yo, tuvieron una madre que le tocó trabajar duramente, que tal vez la dejó sola, que la perdió unas horas en medio de la gente, que cometió una negligencia como Mirella, y esos incidentes no los olvidaremos, como tampoco olvidaremos lo que fue nuestra madre como ser humano, con sus aciertos y sus errores. Porque la maternidad no tiene manual, uno lo construye cada día como construye su ser mujer.
El asesinato de Camila tiene como principal sospechoso a un joven de 15 años. Juana, su madre lo ha reconocido en los videos de seguridad de Payet en el distrito de Independencia y ha dado parte a la policía. Con voz entrecortada, denuncia a su hijo, el que no quiso continuar estudiando la secundaria, el que ya no le hacía caso. De ser cierto, Juana se preguntará una y mil veces en qué momento su hijo se convirtió en un asesino. Y sí, aunque cueste mucho aceptarlo, nadie está libre que su hijo o hija tome un camino inesperado y termine cometiendo un acto abominable.
¿Qué evitaría más feminicidios? Mucho por hacer porque la raíz es profunda, pero debemos insistir en la educación sexual. Necesitamos niñas y niños conscientes de su cuerpo, de los riesgos que hay en todas partes; madres y padres amando a sus hijos sin reparos, acompañando sus vidas, atentos a lo que les suceda. Y ciudadanos vigilantes e intolerantes con la mediocridad del sistema de justicia, con la prensa basura, con la violencia en todas sus formas venga de donde venga. Este 8 de marzo seguiremos en duelo.
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