Hace un par de años conversábamos en el aula con mis estudiantes sobre la relación entre pobreza y educación. Uno de ellos me dijo: “Yo no soy pobre profesora, puedo andar por mi comunidad sin un sol en el bolsillo y no me falta nada”. Estas palabras me resuenan hasta hoy que veo las cifras del INEI diciéndonos que el 20,5 % de los peruanos y peruanas somos pobres, siendo las mujeres y los niños los más pobres, concentrados mayoritariamente en Cajamarca, Amazonas, Ayacucho, Huancavelica, Huánuco, Loreto, Pasco y Puno, lugares donde se explotan indiscriminadamente los recursos naturales para la riqueza de unos pocos.
Ahora bien, nos queda claro que la pobreza monetaria es una cosa y la muldimensional otra, que las peruanas y peruanos nos distinguimos por la laboriosidad y que la mayoría merecería un premio a la heroicidad por sacar adelante a su familia día a día sin que el Estado le favorezca en algo o en nada.
El estigma del “pobre” se ha posicionado fuertemente en el ciudadano y desde temprana edad, después de todo a quién le gusta que lo llamen pobre y que lo pongan en evidencia por lo que carece y las características de su vivienda: el material de las paredes, del piso y del techo; del abastecimiento de agua; de la forma en que elimina las excretas; y del combustible que usa para cocinar. Además, de los niveles educativos y del acceso a un sistema de salud. Sobre estos temas, le pregunté a un joven sabio ¿Por qué los escolares de tu comunidad se sienten pobres por tener casa de ichu y usar ropas típicas? Me dijo: “El Estado se ha inventado eso que somos pobres, miran nuestra casa y como vivimos, y lo mismo repiten los encuestadores, la radio y la televisión”.
Por segunda vez escuché otras voces que no son las oficiales, las del INEI y la de los expertos que nos segmentan en quintiles según indicadores (que podrían ser cuestionables, por cierto). Y es que, en muchas comunidades rurales andinas, las familias todavía pueden prescindir del dinero, es costumbre cocinar con leña o bosta, así como hacer el techo de paja y los pisos de tierra, abastecerse con el agua del río a través de los canales o de un pilón, o disponer sus excretas en una letrina. Son las maneras en que las personas viven y no se sienten menos hasta que se les compara con otros modos de vida que se consideran adecuados y modernos ¿Cuándo necesitarán el dinero? Cuando tengan que buscar alimentos que complementen lo que tienen, cuando requieran comprar uniformes y lo que la educación pública (no gratuita) les exige; o atender su salud y pagar por lo que la salud pública no brinda.
En las ciudades, la historia es otra, el recurseo será la habilidad por excelencia, porque la mísera suma de S/.930 como sueldo mínimo no alcanza y nadie quedará con los brazos cruzados. Entonces ¿Quién es “pobre”?
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