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¿Quién es pobre?

El Estado, a través de diferentes instituciones, estudia el avance y retroceso de la pobreza monetaria. Cada año tenemos nuevas estadísticas, pero qué define, realmente, la pobreza: ¿el material de nuestra vivienda? ¿El acceso a servicios básicos? ¿Nuestro nivel educativo y acceso a la salud?

Hace un par de años conversábamos en el aula con mis estudiantes sobre la relación entre pobreza y educación. Uno de ellos me dijo: “Yo no soy pobre profesora, puedo andar por mi comunidad sin un sol en el bolsillo y no me falta nada”. Estas palabras me resuenan hasta hoy que veo las cifras del INEI diciéndonos que el 20,5 % de los peruanos y peruanas somos pobres, siendo las mujeres y los niños los más pobres, concentrados mayoritariamente en Cajamarca, Amazonas, Ayacucho, Huancavelica, Huánuco, Loreto, Pasco y Puno, lugares donde se explotan indiscriminadamente los recursos naturales para la riqueza de unos pocos.

Ahora bien, nos queda claro que la pobreza monetaria es una cosa y la muldimensional otra, que las peruanas y peruanos nos distinguimos por la laboriosidad y que la mayoría merecería un premio a la heroicidad por sacar adelante a su familia día a día sin que el Estado le favorezca en algo o en nada.

Las cifras del INEI dicen que el 20,5 % de los peruanos y peruanas somos pobres, siendo las mujeres y los niños los más pobres, concentrados mayoritariamente en Cajamarca, Amazonas, Ayacucho, Huancavelica, Huánuco, Loreto, Pasco y Puno
Las cifras del INEI dicen que el 20,5 % de los peruanos y peruanas somos pobres, siendo las mujeres y los niños los más pobres, concentrados mayoritariamente en Cajamarca, Amazonas, Ayacucho, Huancavelica, Huánuco, Loreto, Pasco y Puno | Fuente: Andina

El estigma del “pobre” se ha posicionado fuertemente en el ciudadano y desde temprana edad, después de todo a quién le gusta que lo llamen pobre y que lo pongan en evidencia por lo que carece y las características de su vivienda: el material de las paredes, del piso y del techo; del abastecimiento de agua; de la forma en que elimina las excretas; y del combustible que usa para cocinar. Además, de los niveles educativos y del acceso a un sistema de salud. Sobre estos temas, le pregunté a un joven sabio ¿Por qué los escolares de tu comunidad se sienten pobres por tener casa de ichu y usar ropas típicas? Me dijo: “El Estado se ha inventado eso que somos pobres, miran nuestra casa y como vivimos, y lo mismo repiten los encuestadores, la radio y la televisión”.

Por segunda vez escuché otras voces que no son las oficiales, las del INEI y la de los expertos que nos segmentan en quintiles según indicadores (que podrían ser cuestionables, por cierto). Y es que, en muchas comunidades rurales andinas, las familias todavía pueden prescindir del dinero, es costumbre cocinar con leña o bosta, así como hacer el techo de paja y los pisos de tierra, abastecerse con el agua del río a través de los canales o de un pilón, o disponer sus excretas en una letrina. Son las maneras en que las personas viven y no se sienten menos hasta que se les compara con otros modos de vida que se consideran adecuados y modernos ¿Cuándo necesitarán el dinero? Cuando tengan que buscar alimentos que complementen lo que tienen, cuando requieran comprar uniformes y lo que la educación pública (no gratuita) les exige; o atender su salud y pagar por lo que la salud pública no brinda.

En las ciudades, la historia es otra, el recurseo será la habilidad por excelencia, porque la mísera suma de S/.930 como sueldo mínimo no alcanza y nadie quedará con los brazos cruzados. Entonces ¿Quién es “pobre”?

NOTA: “Ni el Grupo RPP, ni sus directores, accionistas, representantes legales, gerentes y/o empleados serán responsables bajo ninguna circunstancia por las declaraciones, comentarios u opiniones vertidas en la presente columna, siendo el único responsable el autor de la misma.

Docente de la Escuela de Educación de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Se desempeñó como coordinadora de la carrera de Educación Intercultural Bilingüe de la misma universidad. Educadora por la PUCP y USIL, con maestría en política social con mención en promoción de la infancia por la UNMSM, y doctoranda en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud por CINDE y la Universidad de Manizales - Colombia. Ha laborado como asesora de programas y proyectos en infancia para Plan Internacional, SaveTheChildren y Aldeas Infantiles.

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