Si trabajar es un derecho, ¿por qué se busca erradicar el trabajo de los niños, niñas y adolescentes? Este es uno de los temas más controvertidos en las políticas de atención a los niños, niñas y adolescentes desde que existe una Convención internacional sobre los derechos del niño (1989). Los Estados firmantes dirán que hay que erradicar el trabajo infantil porque contraviene sus derechos y porque deben protegerlos de la explotación económica y del desempeño de cualquier trabajo que pueda ser peligroso o entorpecer su educación o que sea nocivo para su salud o para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral o social (artículo 32).
Una década después, el Perú suscribió el Convenio OIT 182 sobre las peores formas de trabajo infantil, como la trata, el reclutamiento de niños en conflictos armados, el uso de niños en actividades ilícitas; y otros que pueden poner en riesgo su salud, seguridad y moralidad, como la prostitución, la minería, entre otros. En ese afán proteccionista y desconociendo las realidades de las infancias, se confundió el trabajo, la explotación y los delitos contra la vida, el cuerpo y la salud de los niños y niñas (situaciones que debieran ser prevenidas y duramente penalizadas por el Estado peruano).
Lo cierto es que las niñas, niños y adolescentes trabajan y según la OIT lo hace cerca del 22 %, en el Perú. En las ciudades, cuando los adultos del hogar no consiguen empleo, ganan sumas ínfimas, no pueden trabajar o han abandonado a sus hijos e hijas, estos salen decidida y valientemente a buscar ingresos, la mayoría no deja su escuela, se sobresfuerza para contribuir al ingreso familiar. ¿Es acaso repudiable? ¿Sus familias merecen ser moralmente sancionadas y cuestionadas por la incapacidad del Estado para asegurar trabajo digno a sus ciudadanos?
En el campo, la historia es otra, la actividad agropecuaria es familiar, es formadora y socializadora, los niños y niñas se incorporan a la chacra y al pastoreo apenas puedan hacerlo, no hay edad, harán lo que puedan hacer según sus posibilidades. Por eso no llama la atención que empiecen a escarbar la papa con apenas 3 años o alimenten a sus animales apenas caminan. Algunas posiciones erradicacionistas del trabajo infantil dirán que no debe ser, que las familias deben prescindir de la participación de sus hijos e hijas menores de edad, que deben dejarlos estudiar y jugar, y otra vez queda al descubierto el desconocimiento de las diversas realidades en el Perú. En las chacras y en la comunidad no se deja fuera a ninguno de sus miembros, porque todas las manos, pequeñas y grandes, hacen posible la vida de la familia y de todos los seres no humanos.
Por el Día del trabajo, los movimientos de NNATs (niños, niñas y adolescentes trabajadores) del Perú y América Latina celebraron en las calles y una de sus consignas en las pancartas fue: Erradicarnos es tu razón, pero no es la solución. Sí al trabajo digno, no a la explotación. Más claro, imposible.
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