El 30 de julio fue el Día Mundial contra la trata de personas, uno de los delitos menos conocido, comprendido y combatido, por eso campea a vista y paciencia de todos en las formas más soterradas e insospechadas, afectando principalmente a niñas y adolescentes mujeres. En la trata, los seres humanos más vulnerados de la sociedad, son mercantilizados con fines de explotación sexual y laboral privándolos de su libertad y dignidad. No necesariamente se encuentran encadenados, pero si dominados física o psicológicamente por los tratantes y por eso muchas veces no son conscientes que son víctimas de un delito.
Según la web de CHS-Alternativo, las modalidades de captación más comunes son las falsas ofertas de empleo, seducción, internet, padrinazgo, adopción ilegal y matrimonio. Pero cada vez son más sofisticadas y encubiertas, apoyadas en las tecnologías de información y comunicación.
El Ministerio Público se ha sumado a la campaña mundial “Corazón azul” realizando operativos para rescatar a las víctimas en las zonas de mayor incidencia, como Lima, Piura, Cusco, Puno, Loreto, Madre de Dios y otras localidades amazónicas. Hay que felicitar su labor y apoyar en todas las formas posibles, denunciando situaciones sospechosas y vigilando la condición en las que viven las niñas y los niños, porque en la precariedad y el abandono las redes de trata tendrán la oportunidad de llevárselos y explotarlos.
La forma más común y extendida en que se presenta la trata de personas, es a través de los padrinazgos y es muy probable que usted lo haya visto y tolerado, porque se encubre como un “apoyo” a una niña o joven para llevarla a las ciudades a prestar servicios con promesas de pago, cuidado y educación. La mayoría de estas niñas y jóvenes están en condición de pobreza y sus familias las dejan ir porque consideran que en la ciudad tendrán mejores oportunidades, o solo consienten en las vacaciones sin saber que no volverán. Una vez lejos de sus familiares, la madrina o padrino, dispondrá de sus víctimas explotándolos en sus hogares, talleres o negocios, privándoles de sus derechos. Los testimonios de niñas y jóvenes en dicha condición, dan cuenta de violencia física, psicológica y/o sexual. Así permanecerán hasta que toman conciencia y consiguen la fuerza y las condiciones para alejarse. Por su parte, las madrinas considerarán que fue un favor o una caridad para una niña pobre o indígena.
No bastará la educación ni la información, mientras las familias busquen ingresos desesperadamente para cubrir sus necesidades o haya violencia en los hogares. Muchas jóvenes salen y entran de la trata y otras no salen jamás, pasando de víctimas a victimarias, integrándose a la telaraña que un día la captó, tras justificar que el dinero recibido bien lo vale porque no tendrían posibilidad de obtenerlo de otra forma. Por eso, no bastará el rescate, le sigue un acompañamiento y tratamiento psicológico a la víctima y su familia, para lograr su reinserción y recuperar su condición humana. La tarea es grande y todos debemos contribuir.
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