La conspiranoia es un término que ha ganado bastante popularidad en esta pandemia y no es para menos: diversas personas en redes sociales han esgrimido argumentos sobre posibles conspiraciones mundiales que intentan controlarnos; vendernos soluciones médicas sin reales efectos; crear patógenos para enfermarnos y, luego, cobrarnos las vacunas; ocultar información sobre remedios de bajo costo para favorecer a las compañías farmacéuticas; comprar gobiernos y medios de comunicación para transmitir datos sesgados; promover el uso de mascarillas que solo nos enferman más al no recircular el aire; etc. Aunque no son los únicos temas dentro de este rubro, sí han sido los más sonados desde que inició la problemática de salud que nos afecta a todos. Si existe algo en común entre todas estas ideas es la creencia sobre una conspiración que está oculta bajo las sombras, pero que, de todas formas, puede ejercer poder desde ese lugar recóndito sin siquiera mostrar la cara. De hecho, la palabra «conspiranoia» nace de la unión de «conspiración» y «paranoia». En esta columna, veremos por qué.
¿Por qué se llama «conspiranoia»?
Al respecto, se han escrito muchos artículos científicos que abordan, de forma tentativa, explicaciones a este fenómeno. Para no complicarnos más, empecemos por ver por qué se habla de paranoia. La paranoia es un rasgo de algunos trastornos psiquiátricos, como el trastorno delirante y el trastorno paranoide de la personalidad. Mientras que el primero se caracteriza principalmente por la presencia férrea de una o más creencias falsas, el segundo posee como síntoma principal un patrón de desconfianza generalizada sin justificación o fundamento alguno.
Para entender mejor estos diagnósticos, pensemos en los siguientes ejemplos: un señor de 40 años que cree firmemente que los televisores o dispositivos electrónicos lo vigilan y controlan a través de ondas electromagnéticas que transmiten mensajes directamente a su cerebro para que lleve a cabo actos involuntarios (trastorno delirante); y una joven de 25 años que sospecha de todas las personas y que, en esta pandemia, ha empezado a considerar que los médicos que intentan ayudarla desean hacerle daño de alguna forma (trastorno paranoide de la personalidad). En estos casos, lo paranoide vendría a ser esta desconexión con la realidad que los lleva a desconfiar de todos y a generar creencias sin pruebas.
Es por esta razón que se llama «conspiranoia», pues quienes asumen como una verdad indiscutible que existe una conspiración mundial que nos domina podrían tener este rasgo en una escala mayor o menor. Pero, ¡cuidado! No necesariamente tiene un trastorno. ¿Cómo es esto? No es tan complicado. Pensemos en una escala del 1 al 10, donde 1 es sospecha mínima y 10 es presencia de creencias falsas. En este sentido, las personas que puntúan 1 podrían tener afinidad por las teorías de la conspiración y una ligera sensación de que podrían ser ciertas; pero lo importante es que aún son capaces de darse cuenta de que no existen pruebas, por lo que no se cierran a una «verdad infundada». Sin embargo, quienes puntúan 10 sí tendrían serios problemas para ver la realidad, por lo que desarrollarían creencias irracionales para tratar de explicar el mundo, tal como el personaje que representó al matemático John Nash en la película Una mente brillante.
¿Cuáles son las posibles causas?
Las causas de la conspiranoia, por lo que vemos, sería la predisposición a desconfiar de los demás y la tendencia a organizar elementos aleatorios para explicar la realidad. En otras palabras, las personas que se adhieren a este fenómeno sospechan persistentemente y ordenan hechos que no tienen relación para interpretar lo que sucede en el mundo. ¿Recuerdan a John Nash en la película cuando empezó a descifrar un patrón numérico para comprender un mensaje del enemigo? Funciona de la misma forma. A estas causas se pueden unir el deseo de mantener el control sobre las cosas, por lo que necesitan explicarlo todo desde su propio punto de vista —si no comprenden algo, llenan el vacío con teorías conspirativas para dominar la situación—; la dificultad para entender puntos de vista ajenos; y la concentración extrema en una sola idea.
¿Cómo combatir la conspiranoia?
Aunque no lo parezca, la conspiranoia puede traer consecuencias negativas e, incluso, mortales. Un ejemplo claro es el uso de remedios caseros no recetados por ningún médico y con claras investigaciones que señalan su potencial nocivo para la salud por la creencia de que las farmacéuticas y los científicos tergiversan la información para obtener mayor ganancia monetaria. Por ello, sí es un fenómeno que se debe tratar de contrarrestar. Una forma que podemos aplicar, tanto si nosotros creemos en las teorías de la conspiración como si conocemos a alguien que se aferra a ellas, es preguntar si tenemos evidencias reales. Esta es una técnica que se utiliza en psicoterapia para eliminar las creencias irracionales con mucha efectividad.
Así que los invito, bien creamos o no en estas teorías, a evaluar nuestras propias creencias desde la evidencia. Les aseguro que esta recomendación podrá mejorar su vida ampliamente.
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