Suceden todos los días. De lunes a viernes, los medios de comunicación nos informan sobre robos, asaltos, muertes. Los testimonios personales expuestos en redes sociales por parte de las víctimas del delito, así como los videos captados por avezados transeúntes testigos de algún hecho delictivo parecen incidir en esta idea de que el Perú está cada vez peor en materia de delincuencia.
¿Es cierto eso? ¿Nos hemos convertido en un país con tanto amor por la comida como por delincuencia en sus calles? ¿La criminalidad está creciendo tal como los medios de comunicación afirman y la mayoría de personas piensa?
Resulta paradójico decirlo, pero, pese a lo que la mayoría piensa en el Perú, el porcentaje de personas que ha sido víctima de algún delito ha venido disminuyendo en forma constante desde que tenemos cifras confiables, esto es, desde que el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) empezó a medir este fenómeno en el 2010 (Encuesta Nacional de Programas Estratégicos).
En efecto, en el 2011 un 40 % de personas fue víctima de algún delito; en el 2017, esta proporción llegó al 26 %. El descenso no solo es constante, sino relevante. Si el Perú tuviera únicamente 100 habitantes, hoy habría aproximadamente 15 víctimas menos de la delincuencia frente al 2011. Tampoco hay más delitos cometidos con armas. Nuevamente, el INEI señala que solo el 9 % de víctimas fueron robadas o asaltadas con algún tipo de arma, proporción que hace cinco años fue de 6%.
Es muy difícil creer que el INEI manipule sus cifras. Sus bases de datos son públicas y hacen un trabajo serio. Entonces, ¿por qué sentimos que la delincuencia está desbordada? Creo que las respuestas están en tres aspectos, pero antes es necesario ponernos en el contexto latinoamericano para entender el mensaje.
Si bien la victimización está cayendo en el Perú, después de Venezuela, somos el país con más víctimas de la delincuencia en América Latina, según el más reciente reporte del Latin American Public Opinion Project*. En otras palabras, la fiebre ha estado cayendo, pero igual tenemos una temperatura bastante alta.
Primero, para entender la caída de la victimización hay que saber una diferencia básica entre delincuencia común y crimen organizado (extorsión, sicariato, narcotráfico, tráfico de terrenos, trata, etc.). Lo que mide el INEI es básicamente lo primero y, por tanto, es lo que estaría cayendo. Sin embargo, mi hipótesis es que la criminalidad organizada se ha extendido, pues sus formas más violentas infunden un miedo más fácil de expandirse y crean una sensación de descontrol generalizada de que casi cualquiera puede ser víctima de ella, incluso con consecuencias letales. Un dato interesante es que algunas ciudades del Perú tienen niveles de homicidios tan altos como algunos países centroamericanos, como el caso de Tumbes, Barranca y Huaral, con 58, 46 y 28 homicidios, respectivamente, situación que lleva a nuestro promedio nacional a 7 homicidios por cada cien mil habitantes.**
Segundo, la victimización en el Perú es alta, pero queda claro que la imagen de un país ahogado en delincuencia es reforzada en forma constante por los medios de comunicación y las redes sociales. Los quince minutos de crónica roja y los videos virales de robos y muertes ayudan a consolidar la idea previa de que el Perú está tomado por sus delincuentes. Ni la televisión ni la radio ni los periódicos propician crimen, pero sí tienen el poder de posicionarlo en nuestras mentes (y mantenerlo ahí). Por su parte, las redes sociales tienen un poder inmenso en replicar mensajes, por los que todos pareceremos potenciales víctimas.
Por último, hay un tema psicológico: la nueva evidencia (victimización en caída) difícilmente contrarresta las ideas ya posicionadas; por ello, a Galileo intentaron quemarlo en la hoguera por desafiar la idea establecida de que la tierra era plana. Así funcionan nuestras mentes. Algo similar sucede en la discusión sobre la evolución del crimen. Es difícil convencer a alguien de que este fenómeno está en caída cuando sus argumentos se basan en los noticieros, lo que vieron en las redes y, por supuesto, el caso personal del tío, del amigo o algún conocido.
Necesito reiterar la idea. La victimización en el Perú es bastante alta, incluso en términos internacionales. No vivimos en un país fácil y hay que tomar precauciones. Pero, en este contexto, es mejor tener una lectura basada en la evidencia sobre sobre cuán peligroso es el Perú y desinflar con diagnósticos alarmistas ahí donde no los debe haber.
* Cohen, M., Lupu, N., Zechmeister, E. (2017). The political culture on democracy on the Americas 2016/17. A Comparative Study of Democracy and Governance. Latin American Public Opinion Project. Disponible en http://bit.ly/2MpxTIp
** Comité Estadístico Interinstitucional de la Criminalidad. (2018). Homicidios en el Perú. Contándolos uno a uno. 2011-2017. Informe Estadístico n.° 6. Lima. Disponible en http://bit.ly/ineiunoauno
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