A cien años del nacimiento de Mario Benedetti, recordamos la acalorada polémica que tuvo con el Nobel peruano entre enero y junio de 1984, en torno a sus posiciones políticas e ideológicas.
La amistad entre Mario Benedetti, autor uruguayo de quien se conmemoran cien años de nacimiento este 14 de septiembre, y Mario Vargas Llosa surgió a mediados de los años sesenta, durante una visita del escritor peruano a Uruguay.
Era la época de la revolución cubana, cuyos ideales eran suscritos por varios intelectuales latinoamericanos que se dividieron más adelante a raíz del caso Padilla. Un fraccionamiento que, según Vargas Llosa, enfrió su relación con Benedetti, quien decidió apoyar al gobierno de Cuba.
Entre enero y junio de 1984, sin embargo, ambos escritores volvieron a coincidir, pero esta vez en las páginas del diario El País, donde protagonizaron un encendido intercambio epistolar en el que cada uno defendía sus ideales políticos.
A continuación, recordamos algunos pasajes de esta acalorada polémica que dio a conocer las posiciones políticas de dos nombres pilares para las letras hispanoamericanas.
VARGAS LLOSA OPINA, BENDETTI RESPONDE
La polémica entre Benedetti y Vargas Llosa tuvo su origen en una entrevista que la revista romana Panorama hizo al Nobel de Literatura el 2 de enero de 1984. Con el título de “Corruptos y contentos”, el autor peruano increpaba a sus colegas latinoamericanos que no hayan replanteado sus esquemas ideológicos de izquierda y sigan condicionados “como el perro de Pavlov”.
Salvó de esta clasificación a Octavio Paz, Jorge Edwards y Ernesto Sábato, pero cuando el periodista le interrogó por aquellos “intelectuales condicionados”, Vargas Llosa no dudó en responder: “Gabriel García Márquez, Mario Benedetti y Julio Cortázar”, a quienes de paso calificó como los “más ilustres” entre tantos pensadores “medianos y menores”.
A esta declaración, el autor de “Poemas de la oficina” replicó el 9 de abril con la columna “Ni corruptos ni contentos”. En ella, acusó a Vargas Llosa de dar un viraje político “espectacular”, pues, más allá de su defensa de la libertad, “hace 15 años era entusiastamente apoyado por las izquierdas latinoamericanas, y hoy en cambio es halagado y arropado por las derechas”.
“Son señales a tener en cuenta”, apuntó el poeta. “Las izquierdas suelen equivocarse en sus fervores; las derechas, casi nunca”, añadió. Y, seguidamente, aludió que el verdadero condicionado era el autor de “La casa verde”, por no notar que el subdesarrollo en los países latinos eran producto del imperialismo antes que del “alfabetizado y maligno intelectual”.
"Toda una revelación, aunque nos sea difícil imaginar que Carpentier o Neruda resulten más culpables de nuestras miserias que la United Fruit o la Anaconda Copper Mining", agregó, no sin antes pedirle a Vargas Llosa “una mínima seriedad en los planteos políticos” y compartir que su “ráfaga de agravios” le parecía bastante decepcionante.
Finalmente, llamó la atención que su colega arequipeño no debería recurrir “al golpe bajo, al juego ilícito para reforzar sus respetables argumentos”. “Afortunadamente, la obra de Vargas Llosa está netamente situada a la izquierda de su autor, y seguirá siendo leída con fruición por los zombis, los robots y los perros de Pavlov”, concluyó.
UNA DISCUSIÓN ENTRE MARIOS
Unos meses después, el 14 de junio, Vargas Llosa contraatacó los argumentos de Benedetti con un artículo de opinión titulado “Entre tocayos”. Tras elogiar su “audacia y libertad” creativa, apuntó que Benedetti era dueño de un “desconcertante conformismo en el dominio ideológico” al respaldar “dogmas más dudosos” y las “meras consignas de la propaganda”.
A continuación, tomó los casos de Pablo Neruda y Alejo Carpentier para ilustrar el condicionamiento de los intelectuales de izquierda: por un lado, el radicalismo del autor chileno, cuya “visión del mundo, como político y escritor era maniquea y dogmática”, y por otro, el del escritor cubano, un “funcionario” del Gobierno revolucionario que nunca llevó la contraria.
Para el autor de “La ciudad y los perros”, la función cívica de ambos escritores le resultó reprochable pues renunciaron “al primer deber del intelectual: ser libre”. Y, en ese sentido, dio a entender que él se oponía a las dictaduras sin importar los tintes políticos. “¿Con qué las reemplazamos?, ¿con Gobiernos democráticos, como yo quisiera?, ¿o con otras dictaduras, como la cubana, que él [Benedetti] defiende?", finalizó.
A estas palabras, Benedetti contestó cuatro días después. Según el autor de “La tregua”, Vargas Llosa no era capaz de entender que cualquier escritor de Latinoamérica apoyara “revoluciones como la cubana o la nicaragüense” libremente. “Personalmente, tengo mejor opinión de mis colegas”, escribió, y luego añadió que no buscaba calificar a nadie de corrupto, cínico u oportunista.
Asimismo, reprochó a Vargas Llosa que hubo varios artistas asesinados por la dictadura de Fulgencio Batista, a quien Fidel Castro derrocó con su revolución. Y mencionó de paso: “el Gobierno revolucionario no ha matado a ningún escritor”.
En ese sentido, ironizó con que su “tocayo” ya no era seducido por las revoluciones ni hacía el esfuerzo por entenderlas debido a su defensa de reformas democráticas que podían servir como maquillajes de dictaduras. “La exigencia electoral de Vargas Llosa incluye, en cambio, a gobernantes como Somoza, Stroessner y otras 'alimañas' que nunca olvidaron ese requisito formal”, indicó. “O sea que hay democracia semántica para todos los gustos”, agregó.
Y, para concluir, Benedetti rescató la buena literatura de Vargas Llosa, aunque concluyó: “Creo que para el proceso de liberación económica, social y política de América Latina, el enemigo no es exactamente la URSS, sino, definitivamente, Estados Unidos”.
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