El país aún no sale de su tensión por sí solo y la comunidad internacional no llega todavía a intervenir con el impacto suficientemente equilibrado como para retirar a Nicolás Maduro del poder sin generar más costo social.
La crisis venezolana genera noticias a diario, pero -en todas- la tensión sigue sin menguar. Mientras el gobierno de Nicolás Maduro alude un “sabotaje” estadounidense como explicación al corte masivo de electricidad y el movimiento opositor del autoproclamado presidente interino Juan Guaidó llama a los militares chavistas a rebelarse, la comunidad internacional creada para discutir sobre el problema en Venezuela continúa sin consolidar un bloque fuerte de acción.
Con este escenario, en el que no parece cuajar por completo el espacio de discusión del Grupo de Lima y los demás países aliados a Guaidó, y donde Estados Unidos ha sido el único gobierno en sugerir una intervención militar, vale preguntarse si la expansión del debate al fuero internacional es la mejor opción para Venezuela o si existe riesgo de que se llegue a un punto muerto.
¿Intervención internacional o negociación interna?
Desde Berlín, Alemania, el politólogo Günther Maihold, comentó a RPP Noticias que la respuesta a la crisis en Venezuela no está en el Grupo de Lima ni en la Unión Europea ni en lo que haga Estados Unidos. “La comunidad internacional no lo va a arreglar. Quieren sacar a Nicolás Maduro, pero me temo que así no va a funcionar. ¿Quién va a sacar a Maduro? ¿Quién se carga con esto? Porque eso implica dejar a ese país en llamas, así como estamos. Y algunas personas pueden tener la idea de que “pues, es igual como con Hitler”, que no desapareció por asuntos o movimientos internos, sino que se necesitó una Guerra Mundial. ¿Esa es la solución que se quiere [una guerra]? Yo creo que todavía no se han aprovechado todos los espacios de negociación”.
Para Maihold, quien también es investigador y consultor en el Instituto Alemán para Asuntos Internacionales y de Seguridad, la salida de la tensión venezolana solo depende de Venezuela y de sus militares. “Lo que hemos hecho ahora es internacionalizarlo todo, con la consecuencia de que ambos lados (Maduro y Guaidó) solo refuercen sus posturas o su desinterés en ceder porque la presión es más fuerte.Yo no quiero realmente apoyarme en los militares, pero estamos en ese camino en el caso venezolano. ¿Quién va a poder instrumentar una transición de poder? No lo va a hacer Maduro ni lo va a hacer Guaidó porque se les implota el país. ¿Quiénes van a tener que hacerlo? Pues, los militares”, señala el académico alemán.
Marbella Moya Ochoa, politóloga colombo-venezolana y presidenta de la Fundación Educando para la Paz Venezuela (FEPAZ), considera casi imposible que los militares le quiten el respaldo a Nicolás Maduro. “En este momento, las armas del Estado venezolano están en manos de los militares que aún apoyan al régimen dictador. Y recordemos que estos militares están inmersos en la red del Cártel de los Soles, que es una organización de crimen organizado transnacional. Así que de ellos no esperamos ninguna rebelión”, explica Moya desde Bucaramanga, Colombia, donde actualmente elabora un estudio junto a su asociación sobre la masiva inmigración venezolana al país vecino como consecuencia de la crisis humanitaria.
Para la analista, resultaría más satisfactoria la intervención que hagan los demás países para asegurar nuevas elecciones, ya que el espacio de negociación interna entre gobierno y oposición está agotado, además de desbalanceado por el acaparamiento del poder chavista. “Frente al totalitarismo comunista, no hay mediación ni diálogo que pueda dar soluciones. Internamente, se agotaron todas las vías constitucionales que se podían manejar en un tiempo determinado. Ya no existe división de poderes que ejerza presión democrática y solo nos queda la Asamblea Nacional [que preside Guaidó]. Hoy en día, es de vital urgencia que la comunidad internacional actúe y sin tanto protocolo ni diplomacia. Es vital actuar en favor del pueblo cuando vemos que, por ejemplo, los niños del Hospital J.M. de los Ríos, en Caracas, se están muriendo por falta de medicinas e insumos. Ellos no pueden esperar mediaciones a diálogos”.
El internacionalista peruano y doctor en Gobernabilidad, Farid Kahhat Kahatt, explicó a este medio que la oposición liderada por Juan Guaidó no puede enfrentarse a Maduro sin el acompañamiento de la comunidad internacional. “Queda más o menos claro que la oposición no tiene el poder político necesario para, por sus propios medios, conseguir el objetivo de democratizar Venezuela. Entonces, se justifica el interés internacional en el caso venezolano por razones democráticas”.
Kahhat recuerda que Venezuela pertenece a la Organización de Estados Americanos (OEA) y que las acciones de su gobierno (la falta de garantías democráticas, básicamente) hace más que razonable la intervención, la cual solo requiere votos por mayoría para concretarse. “[Venezuela] claramente está violando la carta democrática interamericana. Ese es el fundamento jurídico para tratar de tener una acción en el caso venezolano. No obstante, la carta no se ha invocado porque no hay dos tercios de los votos que se necesitan dentro de la OEA para hacerlo. Pero los países del Grupo de Lima, precisamente, se conforman como grupo para lidiar con el tema, digamos, al margen de la OEA, y los países europeos se suman a la iniciativa”.
Luis Nunes Bertoldo, doctor en Ciencia Política e internacionalista venezolano, también está del lado de la intervención internacional, aunque reconoce que hasta el momento esta no ha sido fructífera. “Este tipo de estrategia, en pleno siglo XXI no es bien vista por la mayoría de países, pero la situación venezolana es complicada; es compleja. Las mesas de diálogo no han dado frutos; han sido ‘engañamuchachos’, como se dice en el Perú. Sin embargo, las encuestas internas han ido cambiando con los meses y, hoy en día, la gente que vive en Venezuela sí quiere una intervención. Claro que con el menor costo de vidas posible y sin llegar a una guerra civil”.
Nunes explica que el plan más efectivo pudiera ser la conformación de un bloque específicamente dedicado a retirar a Maduro del gobierno con el permiso de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). “Tal vez, eso sería la solución para Venezuela; que una fuerza multinacional élite llegara y sacara del poder a los usurpadores. Pero, claro, eso marcaría una página en la Historia de América Latina que nadie quisiera tener. Se tendría que ver la manera de generar el menor costo social y de vidas posible”.
Los militares chavistas: ¿esperar su rebelión o negociar con ellos?
El último domingo, Juan Guaidó instó a las Fuerzas Armadas controladas por Maduro a desertar de las filas del régimen y ponerse del lado de la población. En enero, a pocos días de autoproclamarse presidente interino de Venezuela, el líder opositor anunció la amnistía para los militares que cooperen con la restauración de la democracia.
Sin embargo, esta promesa de perdón a los crímenes del Ejército venezolano a cambio de apoyo a la oposición no estaría asegurada. El internacionalista Farid Kahhat sostiene que los altos mandos de las Fuerzas Armadas chavistas no tienen garantías de amnistía como para unirse alegremente a la rebelión contra Maduro. Además, recordó que la propia oposición en Venezuela ha señalado públicamente al Ejército como responsable de delitos que no prescriben y que cualquier acuerdo sobre beneficios procesales o condonación de penas con un eventual gobierno de transición no tendría validez ante la Corte Penal Internacional.
“Guaidó les ha ofrecido [a los militares] una amnistía, pero aquí concurren varias situaciones. Yo creo poco probable que el Ejército se divida de Maduro y lo destituya de manera incruenta. Primero, pensemos en que la propia oposición ha dicho que las fuerzas del orden y el régimen de Maduro han cometido crímenes de lesa humanidad, que son crímenes que no prescriben. Segundo, estos crímenes no serían eventualmente juzgados por cortes venezolanas, sino por instancias internacionales, que pueden ser la Corte Penal Internacional o cualquier tribunal ad hoc o de otra índole que pudiera crearse para dichos procesos. Entonces, la amnistía no sirve para negociar”, dice el también profesor principal del Departamento de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Al igual que la politóloga Marbella Moya, Kahhat señala como obstáculo para la rebelión a la presunta red delictiva en la que estarían involucrados los militares chavistas y también el presidente de la Asamblea Constituyente, Diosdado Cabello, considerado el brazo derecho de Maduro. “Se les acusa de participar en narcotráfico, y ese es un delito que habitualmente involucra a otros países porque las drogas se trafican hacia el exterior. Entre esos países estaría Estados Unidos, que eventualmente pediría la extradición de los implicados. Se podría decir que en este momento no podrían ser extraditados bajo la actual legislación venezolana, pero eso puede cambiar y es la razón fundamental por la cual creo que la amnistía no basta y los militares van a querer una solución negociada”.
Luis Nunes coincide en la poca probabilidad de una rebelión en canje con la amnistía, considerando que son los altos mandos militares -y no los subalternos, por más numerosos que sean- quienes ostentan el poder de decisión. No obstante, concluye que la situación es volátil. “El 80% de los mandos medios militares, según estudios que he leído, estaría de acuerdo con la salida de Maduro. Pero sabemos que los altos mandos militares tienen altísimos sueldos, altísimas prevendas, y que la mayoría de ellos están envueltos en escándalos de narcotráfico y corrupción. Esos militares van a estar agarrándose del poder hasta el último momento. Podríamos recordar casos en el mundo, como la Revolución de los Claveles en Portugal, donde los militares juraban fidelidad al dictador y dos días después ya se habían pasado de bando. Así que, en este país, Venezuela, donde hay más generales que en todo Estados Unidos, cualquier cosa puede pasar en los próximos días y meses”.
Según Nunes, sería más factible la negociación con los militares bajo la observación internacional, aunque prevé que el resultado daría origen a un gobierno en el que el Ejército mantenga algo de poder. “Podría darse un gobierno cívico-militar. Cuando me refiero a cívico-militar, que es un concepto que el Socialismo del siglo XXI ha empleado mucho, me refiero a militares democráticos que entiendan que no pueden seguir la línea de Maduro ni de Chávez. Pero, definitivamente, [sería ideal] un gobierno más cívico que militar. Para ello, los militares deberán entender que sus altos mandos van a tener que ser juzgados en tribunales internacionales por lesa humanidad”.
El papel de Estados Unidos y de Europa
El pasado miércoles 6 de marzo, el chavismo retó una vez más a la diplomacia extranjera dentro de Venezuela con el anuncio de expulsión del embajador alemán Daniel Kriener. Su declaratoria de “persona non grata” por reconocer a Guaidó como presidente interino llevó al gobierno de Alemania y a la Unión Europea a responder con rechazo, aunque mesurado en pos del diálogo y la reconsideración.
El politólogo alemán Günther Maihold opina que los países europeos, incluido el suyo, no han tenido el mejor manejo ni la meditación política sobre la situación venezolana. “Realmente creo que el hecho de reconocer a Guaidó de manera tan pronta fue un intento por quedar bien por primera vez con [Donald] Trump. Me explico: con esa acción, la Unión Europea pretendió evitar que Trump salga a la escena internacional a denunciar que “los europeos están aliados con el dictador”. Entonces, los europeos se dijeron “apurémonos para que no nos pongan en esa posición”, pero no pensaron en las consecuencias que eso traería para sus intenciones de diálogo o mediación. Y ahora están ahí [en una posición que tampoco querían tener], con el embajador alemán en primera fila”.
En los últimos días, el gobierno de Donald Trump ha respondido a Venezuela con el reforzamiento de las sanciones económicas que el país norteamericano ya promovía contra altos funcionarios venezolanos o allegados al chavismo desde hace más de tres años. Estas consisten, principalmente, en la prohibición de hacer negocios con ciudadanos o empresas estadounidenses, además del congelamiento de cuentas o bienes que tuvieran en bancos o territorios estadounidenses. Uno de los nuevos afectados por estas sanciones es el propio exvicepresidente venezolano Tareck El Aissami, a quien Estados Unidos recientemente acusó de narcotráfico. Otras medidas de castigo impactan directamente en la Economía venezolana, con la anulación y cese de compras de crudo a la compañía estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA).
Farid Kahhat destaca la particularidad de aquel escenario: “Hay dos cosas que ha hecho Estados Unidos que ni han hecho ni pueden hacer los demás países. Una es aplicar sanciones económicas de gran magnitud que ya no son solo las sanciones contra miembros del gobierno o empresas o testaferros vinculados a ellos. Son sanciones que, en el caso de la prohibición de negociar con deuda pública venezolana y la restricción al acceso del dinero que Venezuela pudiera generar por exportaciones de petróleo a Estados Unidos, afectan al conjunto de la Economía. Salvo Estados Unidos, nadie ha hecho algo así. Es una primera cosa que distingue al país norteamericano del resto. Y, segundo, Estados Unidos es el único país cuyo gobierno ha dicho, de manera explícita, que no descarta una intervención militar en Venezuela. Nadie más ha dicho eso”.
Pese a que, para el académico peruano, una negociación entre Venezuela y el conjunto de países [Grupo de Lima y aliados] sería más sana para el propósito del propio bloque, no descarta que la estrategia de Estados Unidos con las sanciones financieras tenga más éxito y genere la presión suficiente contra Maduro para ceder a un diálogo. “Probablemente, la paradoja sea que las sanciones americanas ayuden a cambiar los cálculos del gobierno venezolano sobre sus perspectivas y, eventualmente, contribuyan a sentarlo en una mesa para negociar en serio y eso implicaría cosas como, de antemano, liberar presos políticos”.
Guaidó y su futuro político
El presidente de la Asamblea Nacional ha sido reconocido por cerca de 50 países como el presidente interino de Venezuela desde su autoproclamación como tal el 23 de enero pasado. La Organización de Estados Americanos (OEA) y el Parlamento Europeo también le han dado respaldo. Para los analistas consultados, el futuro del nuevo líder opositor -recordemos a Henrique Capriles, Leopoldo López y Antonio Ledezma, cuyos protagonismos se han desvanecido- se reduce momentáneamente a un rol de ayuda a la transición democrática una vez conseguidos el retiro de Maduro y la celebración de nuevas elecciones.
La especialista Marbella Ochoa comenta: “El presidente interino Juan Guaidó, como actor político, efectivamente simboliza una solución temporal, tal como lo establece nuestra Constitución en su artículo 233. Vendrán elecciones libres, independientes e imparciales que restablezcan el Estado democrático y social de derecho y de justicia. Así como lo analizo, llegaría un nuevo presidente, probablemente allegado a Guaidó [sugiere a Leopoldo López, quien continúa bajo arresto domiciliario]. Guaidó, sería un gran embajador o canciller para dar a conocer lo que Venezuela vivirá en esa etapa de transición”.
El también venezolano Luis Nunes coincide en que Guaidó no se lanzaría a unos eventuales comicios post-Maduro. “Él mismo ha reconocido en varias oportunidades que es una ‘transición hacia la democracia’ y yo creo que está muy consciente de su papel. Pienso que él sería el presidente interino [ya con la caída definitiva del régimen], convocaría a elecciones donde él no participaría como candidato -reitero que eso pienso yo- y, después [de un periodo presidencial que arranque con una reforma constitucional], tendría chance de presentarse y ganar las elecciones porque es cierto que ha sido y está siendo un gran líder político”.
Kahhat, por su parte, cree que la marca que está dejando Guaidó pone al propio líder a prueba, considerando los antecedentes de liderazgos que no llegaron a madurar como en los casos de Capriles o López. “Guaidó debería usar esa legitimidad que le da presidir la Asamblea Nacional para ser quien encabece una negociación con el gobierno; posibilidad a la que hasta ahora se ha negado, aparentemente. En ese contexto, él podría incluso ser parte de un eventual gobierno de transición o llegar a presidirlo, aunque muchos solo lo ven como un líder de transición. Debe utilizar sabiamente su capital político y aprender de los errores que la oposición tuvo en el pasado con las acciones de 2014, cuando se promovió la campaña de salida del chavismo, y de 2017, cuando la Asamblea Nacional declaró que Maduro había abandonado el cargo de presidente. Y ya sabemos cómo terminaron esos procesos”, advierte el especialista.
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