Manejando desde San Isidro hacia la Universidad de Lima, he observado algo distinto en la avenida Javier Prado en los últimos meses. Como ingeniero, siempre observo lo que sucede a mi alrededor en cuanto a las calles, el transporte, el comportamiento de las personas, las construcciones, entre otros. Al transitar por dicha avenida he tenido, en estos meses, la grata sorpresa de encontrar un trasporte público más organizado y una disminución significativa de la presencia de vehículos informales.
La imagen que teníamos de hace un año aproximadamente ya no se ve más. Atrás quedaron los tiempos de combis que peleaban por pasajeros, hacían colas gigantes y se estacionaban de forma paralela ocupando, en algunos casos, 2 o 3 carriles y comprometiendo el flujo vehicular de toda la avenida. El resultado: un escenario de completo desorden e inseguridad tanto para los vehículos como para los usuarios de esta tan importante vía de comunicación. Este lamentable panorama, que nos acompaña en el día a día en muchas de las vías más importantes de Lima, parece estar llegando a su fin, por lo menos en la avenida Javier Prado.
La informalidad en el transporte es un tema de discusión frecuente en los foros y congresos en los que participo, más aún su impacto negativo en la movilidad urbana, ya que trae consigo problemas de congestión vehicular, inseguridad, contaminación, estrés, entre otros. Según un estudio de la fundación Transitemos, en Lima se realizan alrededor de 2,2 millones de viajes diarios en vehículos informales, mientras que los sistemas de transporte formal, como el Metropolitano, el tren y los corredores, transportan cerca de 1,6 millones de personas.
Por otro lado, estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) del 2018 indican que el 91 % de la población mundial vive en lugares en los que no se respetan las directrices sobre la calidad del aire. En el caso de nuestra ciudad capital, el nivel de contaminación atmosférica es casi seis veces superior al máximo razonable establecido por dicha organización, lo que supone la aparición de problemas de salud a largo plazo, desde enfermedades respiratorias, pasando por males virales, hasta problemas cardiovasculares.
Los problemas de tránsito de nuestra ciudad son conocidos y tienen solución, pero necesitamos más acciones efectivas para mitigarlos, por ejemplo, el rediseño de las vías troncales y la implementación de rutas alimentadoras en el Metropolitano, la entrada en operación del Metro Línea 2 y posteriormente del Metro Línea 3, así como la integración de los medios de transporte a través de un sistema único de pago.
Por estos motivos, ver hoy una Javier Prado con signos de mejora, en principio, en la organización del transporte público, es un ejemplo de que se puede mejorar esta situación. Solo esperemos que esto no sea un evento aislado, sino más bien el principio del gran cambio que todos esperamos: los primeros indicios de una reforma total del sistema de transporte público que pone en primer lugar el bienestar de las personas.
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