La catástrofe alimentaria que se avecina (the coming food catastrophe). Así titula la revista The Economist su última portada, indicando que el mundo se dirige hacia un escenario de hambre masiva. De acuerdo con esta fuente, la guerra en Ucrania está golpeando sin piedad al sistema global de alimentos, ya de por sí debilitado por la pandemia, la crisis energética y los efectos del cambio climático.
Como resultado de la citada confrontación bélica, el precio del trigo se ha incrementado 53% desde principios de año. En mayo se ha materializado una subida adicional de 6%, debido a una violenta ola de calor que obligó al gobierno de la India a suspender sus exportaciones. No obstante, la opinión pública mundial todavía no concibe la gravedad de la situación. Rusia y Ucrania suministran el 28 % del trigo comercializado a nivel mundial, el 29 % de la cebada, el 15 % del maíz y el 75 % del aceite de girasol.
El 18 de mayo, António Guterres, el secretario general de la ONU advirtió que el número de personas que no están en capacidad de alimentarse pasó de 440 a 1600 millones, con 250 millones al borde de la hambruna. The Economist subraya que China, el mayor productor de trigo del mundo, manifestó que su cosecha, afectada por lluvias e inundaciones, podría ser la peor de su historia. De igual forma el Cuerno de África está siendo devastado por su peor sequía en cuatro décadas. Respecto al caso específico de algunos países, Líbano y Túnez compran la mitad de sus cereales a Rusia y Ucrania. En Egipto y Libia, el monto importado sube a dos tercios.
Este contexto de alta incertidumbre está empujando a los políticos a tomar decisiones que podrían agravar la situación. Desde que comenzó la guerra, 23 países, desde Kazajstán hasta Kuwait, han declarado severas restricciones a las exportaciones de alimentos. Por otra parte, más de una quinta parte de todos los envíos de fertilizantes están restringidos.
¿Cómo está el panorama en América Latina? Dice el Banco Interamericano de Desarrollo que la región tiene el potencial para convertirse en el principal proveedor de alimentos del mundo, ya que posee la cuarta parte de los bosques globales, más del 30% del agua dulce y alrededor del 40% de los recursos naturales acuáticos renovables. Actualmente AL es responsable del 12% de la producción agrícola mundial y del 16% de la exportación total de productos agrícolas. Empero, el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) afirma que en la región conviven potencias agroexportadoras como Brasil y Argentina, con países que importan alrededor del 80% de sus alimentos, como es el caso de El Salvador, Honduras y Guatemala.
Sin embargo, la región padece dificultades endémicas de baja productividad, tecnología insuficiente y un problema de insumos importante, que en el caso específico de los fertilizantes se ha convertido en el principal cuello de botella. El Observatorio de la Complejidad Económica de Statista ha identificado que los fertilizantes son la principal exportación rusa hacia América Latina. En conjunto, los fertilizantes nitrogenados, potásicos y mixtos representaron casi el 40% de todas las importaciones latinoamericanas provenientes de Rusia en 2019. La escasez del producto y su alto precio tendrán un fuerte impacto en la agricultura regional, afectando la producción y disponibilidad de alimentos.
A manera de conclusión, ante este escenario límite el Ministerio de Agricultura peruano parece no darse por aludido. Sobre el ministro Zea pesan graves acusaciones de índole penal. Por otra parte, la conducción de la cartera está a la deriva debido a renuncias, destituciones, acusaciones y discrepancias sobre justamente la estrategia del Estado peruano para resolver la escasez de fertilizantes.
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