Unos días antes de la conmemoración del Día Internacional del Migrante, se adoptó en Marrakech, Marruecos, el Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular. El proceso de discusión del Pacto estuvo marcado por discursos excluyentes y reacios a la migración que llevaron a que 14 países no se sumaran al acuerdo. En el caso de América Latina, Chile, y República Dominicana decidieron no firmar el Pacto por el supuesto riesgo que presupone el Pacto para su soberanía nacional. Brasil, por su lado, saldrá del Pacto una vez entrado el nuevo presidente.
Frente a un escenario polarizado, conviene aclarar por lo menos dos puntos para entender la naturaleza del instrumento. Primero, el Pacto como acuerdo político no es obligatorio para los Estados que lo suscriben. Su importancia radica en su valor simbólico: tras 18 meses de trabajo entre más de 170 países se adopta un acuerdo sobre una temática compleja y por esencia internacional. Segundo, el Pacto no promueve ningún enfoque novedoso sino que propone una política de control humano que parte del principio de soberanía y de los derechos humanos asumiendo su compatibilidad. En otras palabras, con el Pacto los Estados pueden seguir fijando sus políticas migratorias, y con eso me refiero en especial al control de sus fronteras, en el respeto de los derechos humanos.
¿Y el Perú en todo eso? El Perú está atravesado de manera integral por la migración. Para empezar, se calcula que 10% de la población peruana vive en el exterior. A la vez, cada año regresa un promedio de 17 mil peruanos y peruanas al país. Y por último, el Perú está viviendo la llegada, en proporciones nunca antes vistas para el país, de personas venezolanas que no solo están de paso sino que residen en el país. Aquí como en muchos otros lugares, estamos superando los patrones tradicionales y excluyentes de la migración que clasificaban, por un lado, los países de inmigración, y por otro lado los de emigración. Lo que enfrenta el país ahora son procesos de ida, venida y regreso en un mismo momento. Ello requiere esfuerzos no solo nacionales sino regionales e internacionales. Y Perú al suscribirse al acuerdo, toma el compromiso, si bien simbólico, de apostar por las personas migrantes, entendidas como las que salen, vienen y regresan.
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