La continuidad operativa de las empresas es un tema clave en estos momentos de crisis, porque sólo una economía fuerte que no ceda al pánico puede coadyuvar a luchar contra la epidemia: echar la gente a la calle sin dinero es la mejor manera de contagio masivo.
Pero las medidas de confinamiento, así como las escuelas cerradas, obligan a utilizar masivamente el teletrabajo en las empresas para todos los puestos que se pueda, tanto como invitar a los clientes a utilizar canales virtuales de compras y uso de servicios. Crisis significa peligro, pero también oportunidad. ¿Cómo reorganizar la vida laboral desde el trabajo remoto en casa? Y ¿cómo transformar este cambio impuesto por las circunstancias en aprendizaje organizacional inteligente?
Ante todo, es imprescindible que el Estado asegure junto con las empresas de telecomunicación la continuidad y calidad del servicio del Internet y la telefonía, medida que llega a ser en este contexto una prioridad de seguridad nacional, tanto como la salud. Por su parte, el sector privado y las oficinas públicas deben de reinventar la forma de cumplir con muchas tareas diarias desde la casa, practicando una nueva filosofía organizacional.
La presencia física, el marcar tarjeta, el cumplimiento de un horario fijo, no son necesariamente indicadores ni de trabajo efectivo, ni mucho menos de calidad, por lo que la filosofía a privilegiar ahora es la gestión por resultados articulada a la gestión por procesos. Sacarse de la cabeza el patrón piramidal de la fiscalización autoritaria de la base por la cima y empezar a pensar la empresa como flujos y frutos producidos por personas en interrelación de círculos encadenados es la primera revolución mental que los directivos deben de operar, con urgencia.
Después, con la mente liberada, se tiene que organizar las prioridades alrededor de los procesos fluidos, ubicando los riesgos que son ante todo los cuellos de botella de incomunicación y desmotivación. Inspirándose del virus, el líder inteligente contaminará a su equipo obligado a trabajar desde la casa con entusiasmo para probar una nueva manera de ser excelentes, con cuidado de la calidad de los vínculos sanos y solidarios a la distancia, con aprendizaje mutuo de los comportamientos e informaciones claves para sostener la organización.
Prioridad absoluta a los sistemas informáticos y herramientas de telecomunicación: las infraestructuras generalmente pensadas para la seguridad del claustro laboral tienen que ser flexibilizadas para permitir, por ejemplo, acceso desde computadoras personales en forma remota, en vista a la comunicación y colaboración. Facilitar acceso universal del personal a herramientas como Skype empresarial o Zoom ayudará temporalmente a rediseñar la vida empresarial durante la epidemia y, ¿quién sabe?, a seguir utilizándolo después. También se deberá privilegiar el uso de herramientas de colaboración en línea que permitirán a los equipos de seguir trabajando codo a codo a la distancia. Comunicar a todo el personal un protocolo de colaboración remota vía los correos personales permite incluso implementar el cambio sin reunión física debido a la emergencia.
La segunda prioridad es la eficacia operacional. ¿Cómo seguir trabajando de pronto desde la mesa de la cocina, con los niños sin colegio y la angustia de la contaminación? ¿Cómo asegurar en esta situación que las decisiones adecuadas se siguen tomando y que los resultados sean exitosos? Aferrarse al centralismo burocrático en esta situación es ineficaz. Es el momento de confiar y empoderar, apostar por la agilidad de círculos de equipos remotos gozando de mayor autonomía, mayor iniciativa, y controlados por el resultado final mas no la manera de lograrlo.
El marco de metas y responsabilidades debe ser simple y estricto, y el cómo abandonado a la creatividad de cada equipo que debe inventar su plan de coordinación organizacional, vía Whatsapp o lo que mejor le parezca. La dirección general debe ayudar, facilitar y aplaudir todo logro organizativo creativo, clarificando el propósito de cada equipo autónomo y acompañándolo con reuniones virtuales breves periódicas.
Será importante permitir la expresión personal (situación familiar, anécdotas, expresión de las emociones) de cada colaborador al inicio de la reunión virtual para mantener humanidad, empatía y ética del cuidado en el seno de la organización. Es incluso posible que las relaciones remotas sean más sinceras y placenteras que las reuniones presenciales que suelen estresar a los tímidos o estar cargadas de las malas vibras del gruñón.
Es evidente, sin embargo, que la mayoría de las empresas van a sufrir con esta pandemia. Cerrar filas a la distancia es una exigencia de resiliencia ante la crisis, pero muchas oportunidades se abren de innovar en metodologías de trabajo más amenas, más libres, más humanas. No las desperdiciemos. Es el momento, por ejemplo, de aprovechar para empezar esta famosa formación a distancia que Ud. quería hacer y que siempre postergaba. Y es el momento de reequilibrar la familia con el trabajo. El bebé lactando, los hijos ávidos de jugar con papá también son nuestras partes interesadas. Alguien tiene que ganar con esta crisis. ¡Qué sea la rehumanización del trabajo!
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