Las perspectivas de las discusiones sobre el género son múltiples e involucran conceptos que quizás convenga considerar. La intolerancia a las llamadas minorías sexuales revelan que el machismo es estructural y normalizado en nuestra sociedad, pero aún más, nos hace notar la poca reflexión con que hemos atendido a esta situación.
De acuerdo a Judith Butler, el género se performa, se realiza, es decir, no es un atributo estático, sino que es dinámico; en ese sentido las personas no nacen, sino que se hacen. Nosotros nos vemos inscritos en un contexto cuya normativa sexual propone lo heterosexual como paradigma. El problema que surge en ese horizonte es que, si seguimos tal imaginario y asociamos los ideales de plenitud y realización a estos criterios, luego convertimos la vida de quienes no piensan igual en experiencias sufridas, inviables y marginadas.
Por ello es necesario de-construir el concepto de “género” que hemos heredado y manejado usualmente. Un esfuerzo crítico de esa índole podría abrir las puertas a prácticas y hábitos que se acerquen más a la tolerancia, la apertura inclusiva y el respeto por lo diferente en nuestra sociedad.
Mucha gente, grupos y posturas han acusado que el enfoque de género promueve la homosexualidad, pervierte a la infancia y busca transformar un patriarcado en un matriarcado. Intentamos dar respuesta, en la línea del pensamiento de Butler a todas esas controversias.
En primer lugar, promover la tolerancia y aceptación en pro de un reconocimiento, no significa en ningún caso la mutación del sujeto que tolera; es decir, que, si nosotros respetamos a un judío por sus creencias, no nos convierte en judíos, del mismo modo en que si toleramos los gustos de otros, no nos hace apropiarnos de tal gusto.
En segundo lugar, la educación sexual, como parte de un programa de formación moderna y saludable, es algo que toda sociedad cultivada estima como adecuada. En este sentido, debemos ser críticos de posturas extremadamente conservadoras y dogmáticas que nos recuerdan más al pensamiento medieval del colonialismo, en lugar de una mentalidad ilustrada y analítica del siglo XXI. A las futuras generaciones hace falta inculcarles el respeto por los demás sin distinción de raza, género o economía. Hace falta informarles bien y de modo claro, sin arrastrar tabúes religiosos, en beneficio de la salud y el conocimiento maduro que pueda ser asertivamente reflexivo y no el de un autómata.
Por último, lo que busca subvertir el enfoque de género es la desigualdad en el trato y el acceso a cuestiones elementales como la participación política y reconocimiento por parte de las minorías. El problema estructural es la naturalización de la primacía del sometimiento, la dominación y la violencia. Hablamos de una brecha entre una parte de la sociedad y otra: se busca eliminar dicha desigualdad, no cambiarle la polaridad. No se busca que, ahora, sea lo femenino quien somete, sino de terminar con dicha relación de violencia pasiva, en donde la violencia activa se muestra como causa natural. Ello atraviesa los problemas más encarnados en nuestra cultura: el sexismo, la intolerancia, el racismo y otros; ¿Cómo llamarnos democráticos si el gobierno del pueblo silencia las voces de los diferentes?
El enfoque de género defiende que la sexualidad no es un mero acto instintivo que busca la reproducción, sino que, permite también vivir una vida sexual reflexionada, en la cual el disfrute y el placer amoroso con la pareja sea parte de ella. Ello supone que los sujetos tengan la madurez suficiente para sostener sus convicciones y mantengan al mismo tiempo tolerancia por posturas disímiles. Podríamos aplicar lo mismo a la religión. Para tal punto, hace falta una educación integral y humana.
La educación peruana está en crisis, sin embargo, el aporte de nuestro Congreso es designar a Tamar Arimborgo como una nueva presidenta de la Comisión de Educación. No es un secreto su entusiasta oposición al enfoque de género, su creencia en un lobby LGTBI y su sesgada (por decir lo menos) concepción del sexo. Si queremos de verdad que con nuestros hijos no se metan, debemos formar en ellos el principio de autosuficiencia y un pensamiento crítico, para lo cual, el enfoque de género podría ser una de las llaves para su plena y saludable madurez cívica.
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