La corrupción es un mal social: una enfermedad grave y crítica. Es ya un logro contra la corrupción el detenerse a pensarla e investigarla con seriedad y disciplina de estudioso. No es un fenómeno que se pueda estudiar con facilidad, sin agotar fuerzas y voluntad en laboriosas jornadas, sin enfrentar escollos y dificultades, sin pesquisas. Los historiadores se toparon con la corrupción en el estudio de desarrollo histórico del Perú e idearon un proyecto de investigación: mirar con profundidad histórica la corrupción y averiguar su origen, su formación y su repercusión en la vida social. Al apropiarse de la corrupción como objeto de estudio, la historia del Perú ganó un nuevo horizonte de comprensión. Pero ese proyecto tardó mucho para desarrollarse.
El proyecto de un estudio conspicuo y pormenorizado de la corrupción en nuestro país da pábulo a historiadores y eruditos de nuestra historia nacional para que alimenten y nutran sus informes, ilustrando la evolución de la corrupción en el Perú como un fenómeno histórico-social con repercusiones en la política, la economía, la idiosincrasia y los derechos de las poblaciones, vulnerables a su influjo nocivo y malsano. A los ojos de los historiadores, el Perú bicentenario como Estado republicano y democrático es incipiente y arrastra un lastre del Perú premoderno, colonial: la corrupción que carcome las instituciones democráticas del Perú de hoy.
El historiador se apropia la tarea que le heredan los formadores de su disciplina, a sabiendas de que su aporte será siempre modesto. En ese sentido, la obra de Alfonso W. Quiroz cristaliza la tradición formativa. De su libro Historia de la Corrupción en el Perú (Lima: IEP & IDL, 2013) se desprende que la feudalización de la función pública fue la práctica habitual en el Perú colonial con el fin de obtener el máximo provecho personal en desmedro del Estado, que era, además, instrumento de dominación sobre las masas oprimidas y esclavizadas. El Estado de derecho sepultó a la Sociedad de Castas para que emerjan la sociedad civil, la ciudadanía y la democracia. Sin embargo, el inicio de la vida republicana no sepultó la noción arcaica de la política como un ejercicio de opresión y sumisión que encuentra en la corrupción su expresión contemporánea.
Los estudios científicos de la corrupción coexisten perfectamente con las representaciones estéticas (teatrales, literarias, poéticas, entre otras) labradas por los artistas, que rescatan y destacan el lado humano y muestran los padecimientos e infortunios de la vida cotidiana cuando son acentuados dramáticamente allí donde la corrupción campea con su injusticia y su violencia. Hombres y mujeres íntegros moldean el sentir de la nación y forman la peruanidad cívica que rechaza la corrupción y apuesta por la modernización del Estado.
Comparte esta noticia