¿Qué pasó ayer?
Nuestro país se ha visto envuelto en una corrupción deslegitimante desde tiempos inmemorables. Prueba de ello son los presidentes encarcelados, o en vías de serlo, desde hace casi cuarenta años. El día de ayer, en sentido figurado, hemos soportado gobiernos que se ponen una careta del progreso, modernidad y orden, sin embargo, su función, como se ha comprobado, no ha sido precisamente la de velar por los intereses sociales comunes, sino que, por el contrario, han servido a agendas privadas que buscan perseverar y mantenerse en la estructura despótica de poder.
Esto se traduce en modelos de vida inviables, desigualdad de riquezas abrumadora, falta de oportunidades que derivan de lo mismo y en un sentido más concreto, supone a los ciudadanos saltando por encima de la ley y pagando impuestos que no se destinan al servicio público, sino que a enriquecer a los asociados de la corrupción. Nuestras instituciones son débiles porque favorecemos las prácticas de clientelaje por encima de la imparcialidad y una funcionalidad del mérito.
¿Qué pasa hoy?
El día de hoy tenemos (virtualmente) en nuestras manos una serie de nombres código que representan a los sujetos que, entre otros, han traicionado la confianza del voto del pueblo y a la patria misma en su lado más desusado: el moral. A la dinámica se suman empresarios y emprendedores sin escrúpulos, juristas que mancillan el ideal de justicia y, en suma, hay todo un aparato que se oculta detrás de las prácticas de las cuales vemos sólo la superficie.
Acaso por eso tenemos enfrentado al Ministerio Público consigo mismo; ello podría explicar por qué tenemos un Congreso que no atiende lo fundamental, sino que agita sectores diversos para distraer, para encubrir huellas y especialmente: para obstruir una justicia que ya no es imparcial, en el horizonte de una estructura de estado que ha perdido el propósito.
¿Qué sucederá mañana?
Es cuestión de tiempo para que dichos nombres código se corroboren públicamente, de modo que el día de mañana sepamos quienes forman parte de los responsables de nuestra corrupción crónica. ¿Nos va a sorprender? Detengámonos un momento para sopesar la gravedad de la respuesta: No, nos va a sorprender porque sabemos bien quiénes trabajan para sus amigos y familia, por no decir en favor de intereses turbios, en lugar de cumplir una función pública, idealmente sagrada, pero evidentemente desprestigiada a fuerza del mal uso.
¿Qué sucederá pasado mañana?
Entonces, si ayer (y hoy) hemos vivido inmersos en la corrupción, y hoy tenemos una lista de responsables (que seguramente va a demorar largo tiempo en clarificarse, si se siguen los patrones de nuestra injusticia nacional), y a ello le sumamos el hecho utópico de que la verdad saldrá a la luz, aunque tarde, podemos preguntarnos: ¿Qué va a suceder cuando sepamos quienes han traicionado al estado, al pueblo y su función?
Para responder a esta pregunta, atendamos al patrón de normalización de valores nocivos para nuestra sociedad: por ello podemos concluir de modo pesimista que no va a pasar nada: los injustos van a quedar impunes, las brechas sociales se van a mantener y reproducir en otros modos de sometimiento y dominio de un grupo humano empujado a la ignorancia y la falta de desarrollo. Si uno descree de estas proyecciones, baste atender a los hechos sembrados al futuro de nuestra política que se refleja en blindajes, a la naturalización de la obstrucción de la justicia, a la formulación retroactiva de leyes que favorecen únicamente a quienes están sentados en el parlamento y sus amigos, o a quienes han labrado por lo bajo una farsa institucional. Y la ignorancia del pueblo es un factor conclusivo y necesario para dicho futuro: no en vano somos uno de los países sudamericanos más atrasados en educación y, asimismo, no es gratuito ni casual que un grupo de congresistas déspotas con estudios altamente cuestionables pretendan influir en la Sunedu, puesto que ello ofrece las llaves a puertas que nos conducen a una condenación a la ignorancia del que sería más difícil sacudirse.
Ayer lo vivimos ciegamente; hoy sufrimos el colapso moral que implica lo que se viene dando en nuestra muy criticable comisión constitucional, o, la comisión Lava Jato que debería aclarar la raíz de lo oscuro, pero no puede hacerlo, porque, en palabras parafraseadas de un famoso congresista “no cabe dudas que sin inmunidad parlamentaria estaría en la cárcel”. Ejemplos de desencanto sobran: Hoy tenemos un acuerdo de colaboración eficaz avanzado. Mañana, (aunque sean largas horas), tendremos la identificación de esos individuos que han significado un daño irreparable a la nación; entonces cabe preguntarnos en esa línea: ¿Qué debería suceder el día después de mañana?
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