La película Green Book (2018), que acaba de recibir el premio Óscar de la Academia a Mejor Película, relata los viajes que realiza un pianista afrodescendiente durante una gira de conciertos por el sur de los Estados Unidos a comienzos de la década de 1960. El Cadillac Sedan en el que viaja Don Shirley (Mahershala Ali) es conducido por Tony Lip (Viggo Mortensen), un matón de casinos neoyorkino de origen italiano que también tiene la tarea de protegerlo si es que a lo largo del camino surgiera algún peligro.
Sin embargo, el verdadero guion de la película no se encuentra tanto en las peripecias que envuelven a los dos viajeros sino en la guía de viajes –el Green Book– que utiliza Tony para saber cuáles son los hoteles, restaurantes, sastrerías y cualquier otro tipo de establecimiento que permite la entrada de la población negra. En el filme, el virtuoso Don toca sus piezas en los mejores salones para aristócratas blancos, pero cuando es hora de dormir tiene que pasar la noche en las pensiones solo para aquellos de su condición. Si se atreve a entrar a un bar reservado para blancos, puede terminar golpeado; si quiere comprar un terno para él, los vendedores no se lo ofrecerán. En más de una ocasión, Tony tiene que mostrar sus fuertes brazos y usar su replana para que las cosas no terminen mal.
El Green Book que Tony lleva en sus manos se inspira en una guía de viajes norteamericana que se vendía bajo el nombre de The Negro Motorist Green Book. La guía apareció por primera vez en 1936 y con el tiempo se convirtió en el libro obligado de todo hombre o mujer de raza negra que deseara recorrer un país todavía dividido por la doctrina del racismo. Para no correr con posibles riesgos, la guía proveía los nombres de las tiendas, garajes, gasolineras, salones de belleza, farmacias, sastrerías, nightclubs, licorerías y otros establecimientos que aceptaran a los viajeros de color. Una copia de la guía del 1949, disponible en internet, revela también que una de las preocupaciones de estos viajeros no solo eran las posibles agresiones sino la deshonra pública por la que podían pasar al poner el pie en un lugar equivocado.
El Green Book lo sabía muy bien, y es por eso que en una de sus páginas dice: “¡Ahora podemos viajar sin humillaciones!”. Además de la información sobre Estados Unidos, también se encuentran referencias para los viajeros que quisieran ir a Alaska, Canadá, México o las Bahamas. También hay espacios para algunas reseñas turísticas y para la publicidad. En una de las páginas encontramos una noticia sobre la ciudad de Robbins, en el estado de Illinois, que el autor invita a visitar; la ciudad destaca porque es “una ciudad apropiada y supervisada por negros [negroes]”. La compañía Ford, consciente del mercado emergente de la comunidad negra norteamericana, tiene reservada una amplia nota y una fotografía del último convertible que ha salido al mercado.
Precisamente, uno de los factores que ayudó mucho a la popularidad de la verde guía fue el interés de las familias negras por los automóviles, pues los autobuses eran los espacios en los que recibían mayores agravios. El éxito del pequeño libro de no más de cien páginas fue tal que estuvo a la venta durante treinta años (desde 1936 hasta 1966) y en sus mejores tiempos llegó a imprimir 15 000 copias. El creador y el editor de la guía fue Víctor Hugo Green, un cartero del servicio postal que a lo largo de sus recorridos descubrió las dificultades que podían tener personas como él.
En la carátula de la copia que tenemos se encuentra una cita de Mark Twain, infatigable viajero del sur: “Travel is fatal to prejudice” (“Viajar es fatal para los prejuicios”). Pero verdaderas dotes literarias de Victor Hugo (además de su nombre) se encuentran en la extensa presentación de la guía. En ella el escritor conjetura tiempos mejores para los de su comunidad: “Llegará alguna vez el día en el futuro cercano en que esta guía no será publicada. Eso ocurrirá cuando nosotros, como raza, tengamos en los Estados Unidos oportunidades y privilegios iguales. Será un gran día para nosotros suspender esta publicación, pues allí podremos ir donde deseemos sin humillaciones”.
Green no pudo ver este momento, pues murió en 1960, seis años antes de que la guía dejara de publicarse. No obstante, sus palabras todavía sirven a muchos para seguir en la procura de una existencia más justa.
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