En una reciente columna publicada en el diario español El País, la escritora nicaragüense Gioconda Belli expresó su desacuerdo con la tan extendida idea de las cuotas para mujeres. Su posición surgió a partir del debate que desató la mesa inaugural de la última Feria Internacional del Libro de Lima, que solo estuvo compuesta por hombres. Como se recuerda, muchas escritoras e intelectuales reclamaron la falta de representación femenina en el evento literario más importante de la ciudad. Para Belli, sin embargo, es un error que el feminismo concentre sus críticas en este aspecto: “Me opongo a la idea de cuotas. Me parecen un precedente funesto que nos dejarán para siempre en el limbo de no saber por qué se nos toma en cuenta”.
Me parece importante detenernos en esta última observación, pues advierte el peligro que significa convertir una acción en un mero gesto protocolar. Con el paso del tiempo, las organizaciones aprenderán a “resolver” la situación de la desigualdad de género (esto es, cumpliendo con la cuota requerida) y no colaborarán con el verdadero cambio. En este sentido, las declaraciones de la autora tienen como primer destinatario a las propias feministas. Lo que quiere decir, en otras palabras, es que hay que apuntar hacia otra dirección. La igualdad de género no se reduce a pretender que en un panel de expositores o en un gabinete ministerial haya un mismo número de hombres y mujeres. Estos “espacios seguros” que garantizan la presencia de las mujeres son en realidad engañosos, pues en vez de visibilizar el problema, lo ocultan.
En realidad, la columna de Belli, titulada “La pluma femenina reclama su importancia”, está dirigida a ese mundo literario que aún se encuentra dominado por la mirada masculina y no reconoce a las mujeres por aquello que deben ser realmente reconocidas, esto es, la literatura. En este mundo, señala, las mujeres suelen ser relevantes cuando son populares, jóvenes y bonitas, o porque han ganado un lugar como columnistas o editoras. La máxima expresión de esta actitud se encuentra también en lo exigentes que se vuelven los escritores cuando se trata de juzgar literariamente una obra escrita por una mujer. Un pedido que, por supuesto, no se observa cuando se juzga una obra de un hombre: “Cantidad de hombres celebrados actualmente escriben literatura light, novelas románticas, eróticas o pueblerinas, narco novelas intrascendentes o tomos impenetrables, sin que les haga mella”. A las mujeres, en cambio, se les somete a los más rigurosos exámenes de una “calidad literaria” que nunca ha sido explicada con claridad. “El ojo crítico leve que usan para sus congéneres se transforma en implacable cuando se trata de la obra de una mujer”.
La advertencia de Gioconda Belli (una reconocida feminista a nivel latinoamericano que participó en esta última FIL) es una seria llamada de atención al juicio crítico de la hegemonía masculina. En estos nuevos escenarios, es necesaria una crítica literaria libre de los prejuicios mencionados y, sobre todo, mucho más creativa. Esto es lo que nos llevará a una paridad de género auténtica y, por lo tanto, a una imaginación literaria más arriesgada y más potente.
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