“No soy un maestro, sino un despertador”. Robert Frost.
Hace pocos meses, y en medio de la pandemia que ya azotaba a nuestro país, me tocaba iniciar clases. Sentí un nerviosismo que me recordaba mis inicios en la docencia y también un poco de emoción mezclada con temor, por a la reacción de mis alumnos ante los cambios en el contenido y el formato de clases.
Era un nuevo comienzo para mí y, seguramente, para millones de profesores alrededor del mundo que, de la noche a la mañana, se vieron obligados a migrar hacia un formato totalmente online. Muy pocos tenían una experiencia previa en el entorno virtual y ninguna bajo las circunstancias de incertidumbre y crisis que nos ha tocado vivir en esta coyuntura.
En medio de la celebración hace poco de un Día del Maestro diferente, es un buen momento para reflexionar sobre la labor fundamental que desarrollan para la sociedad. En la peor etapa de la pandemia, los Estados han hecho grandes esfuerzos por mantener la continuidad de la educación en todos sus niveles, conscientes de que no podía parar, pero pocos han pensado en el esfuerzo que demanda para los maestros de escuela, institutos y universidades desenvolverse en un entorno virtual para el que no todos estaban listos.
Transformación docente
Es cierto que la educación es un sector muy tradicional por naturaleza, cuyos formatos de clase presencial y charla magistral datan de tiempos inmemoriales. El profesor, como principal actor del proceso educativo, también había quedado relegado en este formato, y le ha dado la espalda a la tecnología. Hoy, debido a la COVID-19, lo que no habían logrado directivos académicos o consultores, se hizo realidad en pocas semanas, es decir, se logró una transformación digital en la educación y el profesor fue el centro de este cambio.
La principal resistencia en todo proceso de transformación radica en el factor humano. Sin embargo, en este caso excepcional, fueron los mismos profesores quienes optaron por adaptarse con rapidez a la tecnología, ante la imposibilidad de seguir impartiendo clases presenciales, pero, sobre todo, ante el temor de perder su trabajo si no lo hacían. La pandemia se ha convertido en un acelerador de esta transformación que hubiera tardado años en países como el Perú.
Nuevos retos
Aunque ya estamos dictando clases de forma virtual, no basta con cambiar de formato. También hay que transformar la pedagogía que utilizamos y hacer uso de otros recursos que nos permitan que esta nueva forma de dictar clases produzca un beneficio aún mayor en nuestros alumnos, incluso más que el de las clases presenciales.
Tenemos el reto de repensar el rol del docente (y del contenido de sus clases) a la luz de la tecnología, para hacerlo aún más significativo en la sociedad global e interconectada en la que vivimos, y así lograr una educación más democrática en su acceso a todos los peruanos.
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