La pérdida de biodiversidad y recursos naturales nos golpea por distintos frentes, pero principalmente está vinculada a una ilegalidad a la que casi nadie quiere enfrentarse: la minería de oro ilegal, el narcotráfico, la corrupción y el crimen organizado han calado en todos los niveles de la sociedad peruana, incluso en las esferas más altas de poder, y han encontrado en la Amazonía un entorno propicio para desarrollarse.
Por si todo esto no fuera suficiente, ahora nos encontramos frente a una sequía sin precedentes que ha contribuido a la propagación de incendios forestales en toda la región. Estos incendios en su mayoría son generados por la mano del hombre y ocurren todos los años en esta misma época, es decir que estamos ante una situación crítica pero recurrente y que no solo afecta al Perú. Los expertos señalan que el cambio climático impactará la región andino amazónica con sequías e inundaciones cada vez más extremas, es decir que lo que estamos viviendo hoy se repetiría con mayor gravedad en los próximos años.
A pesar de la recurrencia de estas situaciones, los incendios forestales de este año han desnudado como nunca la poca capacidad de respuesta del Estado, que ha llegado tarde, de manera desorganizada y débil. Esto ha demostrado la poca preparación, capacidad y disponibilidad de recursos necesarios para hacerle frente. La reciente declaratoria de emergencia en tres regiones amazónicas es una medida necesaria pero insuficiente, ya que solo suavizará las graves consecuencias de estos incendios. Afortunadamente, una vez más ha salido a relucir la solidaridad del pueblo peruano, ha sido la gente y la sociedad civil organizada quienes han puesto el hombro en primera línea -y a través de donaciones-, para atender la emergencia.
Ahora, las preguntas claves son: ¿qué es lo que hemos hecho mal para estar en esta situación tan precaria?, ¿cómo nos vamos a preparar para lo que viene? El Perú es uno de los países más vulnerables a los efectos del cambio climático y lo que está pasando es muestra clara de ello. Esta vulnerabilidad es incrementada por la ilegalidad, pero también está relacionada con la quema de rastrojos en las actividades agrícolas, y a ello también se suma la creencia de que las quemas “atraen las lluvias”. El resultado de esta combinación es la pérdida de nuestro patrimonio natural, de grandes extensiones de bosques y cultivos, de vidas humanas y de fauna.
La falta de prevención frente a los fenómenos climáticos, la falta de capacidad para enfrentar los incendios forestales, y la falta de decisión o voluntad para enfrentar la ilegalidad, no hace más que evidenciar que como país necesitamos trazar un norte claro y fuerte para la defensa de nuestra biodiversidad. Estamos perdiendo nuestro patrimonio natural, nos lo están arrancando de las manos, ya sea el crimen organizado, el fuego o la corrupción, el resultado es el mismo: la pérdida de nuestra identidad y nuestro patrimonio. Me rehúso a seguir perdiendo, tenemos que exigir rendición de cuentas, pero también prevención y capacidades para hacer frente a estas situaciones. Nuestro país no aguantará para siempre tanta desidia.
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