La pandemia nos ha golpeado muy fuerte evidenciando el nivel de retraso que tenemos como país en temas de salud o educación, mostrando la realidad de la descentralización y develando la situación de nuestras regiones. Como peruanos hemos visto y estamos viendo a nuestra Amazonía sufrir por la COVID-19, por la lenta capacidad de reacción, por nuestras diferencias, pero sobre todo el desconocimiento de quiénes somos y dónde estamos.
Pese a que la Amazonía ocupa más del 60% del territorio de Perú y que el 30% de la población peruana se identificó como indígena en el último censo realizado en el 2017, estamos aún muy lejos de ser un país con una clara política y visión intercultural, que reconozca, respete y sobre todo valore a sus pueblos indígenas, su cultura y la riqueza de nuestro patrimonio cultural. Por el contrario, no los entendemos y por ende tratamos de no verlos, a pesar de que sus voces se oyen muy fuerte.
La COVID-19 levantó más esas voces y nos obligó a escuchar una Amazonía donde nuestros pueblos indígenas y comunidades nativas no tienen acceso a la salud, donde no existen posta o médicos, no hay agua, ni tampoco medidas ni protocolos de interculturalidad para atención, donde no llegan los medicamentos y donde es difícil contabilizar los afectados o incluso los muertos. Esta pandemia nos mostró de la forma más cruel nuestras diferencias y cómo, en casi doscientos años, no hemos logrado asimilar nuestra identidad y promover desarrollo con equidad e inclusión.
La ausencia de medidas concretas, en el último discurso presidencial de Martín Vizcarra, con relación a la situación de vulnerabilidad de los pueblos indígenas, situación que se ha visto expuesta por la actual pandemia, nos lleva a preguntarnos: ¿estamos realmente avanzando hacia un país más justo?
A un año del Bicentenario, en un año tan difícil para el Perú y para el mundo, el mensaje presidencial generaba expectativa. Esperábamos el anuncio de cambios y reformas que promuevan la equidad y por supuesto la inclusión de la población más vulnerable, entre ellos los pueblos indígenas. Sin embargo, una vez más estos no estuvieron presentes.
Pero veamos este “olvido” como una oportunidad para llamar la atención sobre temas que requieren decisiones y acciones pronto y que resultan clave para nivelar la balanza en el mediano plazo. Salud intercultural, infraestructura educativa y de salud, son sin duda deudas históricas con los pueblos indígenas que deben ser prioritarias de resolver. Pero también se deben abordar otros temas que se discuten menos, como la representación política por parte de este grupo y el acceso a un sistema de justicia que, al menos, reconozca las diferentes lenguas. Como peruanos deberíamos aspirar a llegar al Bicentenario con al menos un representante indígena en el Congreso (a la fecha no hay ninguno) y a que todo peruano tenga derecho a acceder a la justicia en su propia lengua.
Estamos lejos de construir un país inclusivo, que valore a sus pueblos indígenas, que se enorgullezca de sus orígenes, cultura, etnias, que reconozca su identidad y ancestralidad. Este es el momento de asumir con responsabilidad que necesitamos un cambio en nuestra mentalidad y en nuestras políticas, para avanzar hacia un país donde todos los peruanos y peruanas podamos ejercer los mismos derechos y tengamos acceso a salud y educación de calidad, en un país orgulloso de ser multiétnico, pluricultural y multilingüe.
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