La gestión pública es importante, al igual que la dinámica empresarial y de las ONG. Pero lo que algunos llaman la “Academia” tiene un rol clave y único, especialmente en las ciencias sociales. La “Academia” equivale a investigar. Lo hacen las universidades y los centros de investigación. Pero su impulso depende de la existencia de fondos privados o estatales.
Como alguien me dijo alguna vez, investigar es meterse en una aventura para encontrar respuestas a algo que no está del todo claro. Investigar es central, pero no quiero ahondar en lo obvio. Me parece más útil reseñar cuatro hallazgos que a mi parecer han sido más claves en los últimos 30 años. Me ciño, por supuesto, a mis líneas de trabajo: violencia contra la mujer e inseguridad ciudadana.
No todos los agresores de mujeres son iguales. Es común que se homogenice a los hombres que agreden a sus parejas como locos o enfermos mentales. Sin embargo, la minoría lo son. Un estudio paradigmático logró identificar distintos tipos de agresores (Holtzworth-Munroe, Meehan, Herron, Rehman, & Stuart, 2000). En concreto, halló tres tipos. Solo en uno de ellos, estos hombres tenían problemas de salud mental. Además, fue el grupo más pequeño (menos del 10% del total). La mayoría de los agresores son sujetos ordinarios, muy parecidos a los que no agreden a sus parejas. Estos resultados han sido hallados en muchos otros países.
Las consecuencias no están solo en los golpes. Las mujeres que son objeto de violencia sufren por los daños propios de las agresiones. Pero estar expuesta a estos actos genera otro tipo de consecuencias. El trabajo de Campbell et al (2002) hizo un largo recuento de todo aquello que la investigación había detectado como efectos de la violencia de pareja. La lista no es corta: dolores de cabeza, cuellos, abdomen, sangrado e infección vaginal, dolor al tener relaciones sexuales y al orinar, depresión, desórdenes gastrointestinales, mayor consumo de tabaco y alcohol, etc. Estudios más recientes han identificado que la violencia contra las mujeres incluso reduce el número de sesiones de lactancia.
El barrio influye. La decisión de delinquir es individual. Pero nunca está desvinculada con las características del barrio que rodean a cada individuo. Así, hay más conductas delictivas en los distritos que presentan mayor pobreza, desempleo, familias monoparentales, y familias con poco tiempo en el barrio. El trabajo en “descubrirlo” se centró en Estados Unidos y se publicó en la famosa revista Science (Sampson, Raudenbush, & Felton, 1997), pero sus resultados también se han validado en otros países, incluso latinoamericanos.
Hay carreras criminales. Mientras que algunos solo delinquirán en la etapa más alborotada que tenemos (adolescencia), otros empezarán antes y terminarán mucho después. El agradecimiento corresponde a Terrie Moffitt (1993). Los primeros realizan carreras cortas en el hampa, por lo que se les denomina delincuentes limitados a la adolescencia. Los segundos, justamente porque permanecen por largo tiempo en estas actividades ilícitas, son llamados delincuentes persistentes. Por decirlo de alguna forma, son delincuencias muy distintas y representan a personas que reaccionan en forma muy diferente a la presencia policial, al encarcelamiento y a los programas de reinserción.
Todos estos hallazgos cambiaron la forma de ver, analizar, prevenir y reaccionar frente a la violencia en el mundo. Pero nada de esto hubiera sido descubierto de no existir fondos para investigar. En el Perú, el Concytec financia investigaciones, pero solo en ciencia y tecnología. Ninguno de los hallazgos arriba citados hubiera sido descubierto si el modelo de Concytec fuera la regla en el mundo. Curiosamente, en nuestro país se investiga muy poco de nuestros problemas más álgidos: violencia contra la mujer y seguridad ciudadana. Urge que Concytec destine sus líneas de financiamiento a líneas como estas pues con poca evidencia solo queda malacostumbrarnos a soluciones poco efectivas.
Campbell, J., Jones, A. S., Dienemann, J., Kub, J., Schollenberger, J., O’Campo, P., … Wynne, C. (2002). Intimate Partner Violence and Physical Health Consequences. Archives of Internal Medicine, 162(10), 1157. https://doi.org/10.1001/archinte.162.10.1157
Holtzworth-Munroe, A., Meehan, J. C., Herron, K., Rehman, U., & Stuart, G. L. (2000). Testing the Holtzworth-Munroe and Stuart (1994) batterer typology. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 68(6), 1000–1019. https://doi.org/10.1037/0022-006X.68.6.1000
Moffitt, T. E. (1993). Adolescence-Limited and Life-Course-Persistent Antisocial Behavior: A Developmental Taxonomy. Psychological Review, 100, 674–701. https://doi.org/10.1186/2047-2994-2-s1-o81
Sampson, R., Raudenbush, S., & Felton, E. (1997). Neighborhoods and violent crime: A multilevel study on collective efficacy. Science, 277(5328), 918–924.
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