Vecinos del distrito limeño de San Juan de Lurigancho aseguraron que los hombres eran extorsionadores y que se trataría de una batalla por el control de la zona.
Seguridad
Vecinos no quisieron brindar mayor información sobre lo sucedido por temor a represalias
Dos muertos dejó una balacera en las afueras de una pollería unicada en la cuadra 42 de la avenida Río Nilo, en el asentamiento humano Bayóvar, en el distrito limeño de San Juan de Lurigancho.
Uno de los fallecidos es Jeremy Jampier Marcantinco Padilla, de 21 años, y el otro es un menor de 17 años. Este ataque dejó también a un herido, identificado como Arón Josué Onofre Isidro, de 18 años.
Testigos indicaron que dos de los hombres se acercaron a una pollería vecina para comprar pollo a la brasa. Se encontraban caminando cerca al negocio mientras esperaban que les entregaran su pedido, cuando dos personas se acercaron a pie hasta donde estaban para dispararles.
En la escena se han encontrado nueve casquillos de bala. Los vecinos aseguraron que los hombres eran extorsionadores y que se trataría de una batalla por el control de la zona.
Las tres víctimas del ataque fueron trasladados hasta el hospital de San Juan de Lurigancho, más conocido como el hospital de Canto Grande, donde dos de ellos fallecieron.
Al lugar llegaron agentes de la Depincri y personal del Ministerio Público para realizar las diligencias correspondientes.
Por su parte, los vecinos de la zona no quisieron brindar mayor información sobre lo sucedido por temor a represalias, pues contaron que aquellos que grabaron lo sucedido con su celular les arrebataron sus equipos.
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Barristas se enfrentaron con piedras, palos y bombardas en San Juan de Lurigancho
Un grupo de jóvenes, presuntos barristas de clubes de fútbol, se enfrentó con piedras, palos y hasta bombardas, en la primera etapa de la urbanización San Hilarión, en San Juan de Lurigancho (SJL).
RPP llegó hasta el pasaje Los Amatistas, donde se registró la pelea, y conversó con los vecinos, quienes relataron los momentos de terror vividos.
“Cerré la puerta del negocio para que no ingresaran. Tenía miedo que entren a robar, que aprovechen disturbios para hacer algo más”, comentó una mujer, dueña de una tienda.
“Los clientes no salían. Se escuchaban gritos, botellas; tiraban piedras, se escucharon explosiones de bombardas. Ellos no las lanzaban arriba, sino al oponente, con los que estaban luchando”, agregó.
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